Nuestro país, nuestra Venezuela, se ha convertido en una especie de carga indeseable para la mayoría de quienes vivimos en él.
Un país fracturado en varios pedazos:
El pedazo resentido con poder que está saqueando al país; el pedazo resentido desalojado del poder; el pedazo de los revolucionarios cegados, quienes creyeron y aún mantienen su fé en algo etéreo; el pedazo de los antirevolucionarios adormecidos por el letargo de estar en el ojo del huracán; el pedazo de los negados, quienes pretenden tapar el sol con un dedo.
Una extraña taxonomía, lo sé.
- Para los resentidos con poder, el país es un botín de guerra. "Zamuro cuidando carne", le dicen a eso.
- Para los resentidos desalojados del poder, el país es un botín arrebatado. "Ladrón que roba ladrón..."
- Para los revolucionarios cegados, el país es una utopía, un verbo en futuro perfecto que nunca llega, un mito que nos determina desde tiempos ancestrales hasta el infinito y más allá.
- Para los antirevolucionarios adormecidos, el país es una visión nublada, una piedrita en el zapato, un manicomio incomprensible (como todo manicomio).
- Para los negados tapadores de sol con un dedo, el país no existe... pero tampoco se animan a "hacerlo".
- Para todos, el país es una rara responsabilidad para asumir.
La ráfaga acelerada de estatizaciones; el acelerador al nuevo curriculum educativo; la nueva ley de policía nacional; la aprobación de la reserva como quinto componente de las FAN; la destrucción programada del poder judicial; el asqueante caso Anderson con el que Chávez pretende cargarse a amigos y enemigos; la belicosidad manifiesta contra el estado colombiano y los brazos abiertos para las FARC; las tripas presidenciales convertidas en política exterior y política de Estado y la agenda oculta del gobierno frente a los distintos poderes establecidos, conforman un cuadro espeluznante ante el cual no hemos reaccionado.
Ante tal cantidad y gravedad de problemas (sin mencionar la inseguridad; la inflación y la escasez), la oposición "formal" ha reaccionado con una hemorragia de candidaturas a las próximas elecciones regionales de noviembre, con un silencio aterrador frente a la plaga de langostas y con una permisividad que raya en complicidad.
Mientras, la otra (o)posición, la de la calle, la que supera el 50% de los venezolanos (¡más de la mitad de la población no se siente amenazada por la plaga de langostas ni se siente ofendida por la brutal ceguera de la oposición formal!) sobrevive cada día y piensa en llegar vivo a su casa después de patear las sucias calles de las ciudades.
La plaga de langostas comandadas por Chávez ha hecho añicos nuestro país y pretende destruir algunos países de la América Latina a punta de habladera de paja y petróleo. Pero ni la paja ni el petróleo se pueden comer ni son recursos naturales renovables.
Todo tiene su final, como dice aquella canción... nada dura para siempre. Y como he dicho varias veces, no les alcanzará la vida a los chavistas del gobierno para pagar todo el daño y destrucción que han ocasionado a Venezuela.
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