Tragos Amargos
A pocas horas de los acontecimientos que han sacudido al país, me permito hacer algunas reflexiones, para poner un poco de orden en las ideas y, en consecuencia, en las acciones a realizar.
Lo único verdaderamente claro es que esta semana la inmensa fractura socio - política que atraviesa a Venezuela por sus cuatro costados, reclamó la sangre de muchas personas. Se ha cumplido la peor profecía, el peor escenario: el enfrentamiento en las calles, a sangre y fuego, entre venezolanos.
Sobre ese resultado, cualquier cuenta resulta incorrecta y las victorias saben a derrota. Ahora no importa cuántas personas hubo en las manifestaciones del 11 y el 13 de abril. Tampoco importa quien se quedó finalmente con el gobierno. El precio que hemos pagado ha sido demasiado alto. Intolerablemente alto.
Hoy, estamos más divididos que nunca. Dos bandos, claramente diferenciados, con objetivos opuestos y, peor aún, con conceptos de país estrictamente antagónicos. Todo aderezado con un profundo sentimiento de odio y revancha que ha sido intencional e irresponsablemente estimulado por los líderes del gobierno.
Hoy, contando los muertos, todavía tienen algunos el valor de decir "nosotros pusimos más muertos que ellos"; como si eso justificara cualquier acción realizada.
Aunque el dolor y la confusión sean los principales protagonistas de la hora presente, ahora más que nunca se impone la cordura y la racionalidad: no podemos seguir enfrentándonos pero debemos seguir con la frente en alto, siempre adelante con la fuerza de nuestras ideas… los que tienen las armas podrán vencer, pero jamás podrán convencer a nadie. La democracia nuestra reclama participación constante, consciente y orientada a objetivos concretos. Y los objetivos concretos por el momento siguen siendo los mismos: la salida del Presidente de la República (en realidad de todo el Poder Ejecutivo) e inicio inmediato del proceso de reconstrucción del país, gravemente herido.
Todas las banderas utilizadas en las manifestaciones de la pasada semana deben estar a media asta: Venezuela está de luto.
Lo único verdaderamente claro es que esta semana la inmensa fractura socio - política que atraviesa a Venezuela por sus cuatro costados, reclamó la sangre de muchas personas. Se ha cumplido la peor profecía, el peor escenario: el enfrentamiento en las calles, a sangre y fuego, entre venezolanos.
Sobre ese resultado, cualquier cuenta resulta incorrecta y las victorias saben a derrota. Ahora no importa cuántas personas hubo en las manifestaciones del 11 y el 13 de abril. Tampoco importa quien se quedó finalmente con el gobierno. El precio que hemos pagado ha sido demasiado alto. Intolerablemente alto.
Hoy, estamos más divididos que nunca. Dos bandos, claramente diferenciados, con objetivos opuestos y, peor aún, con conceptos de país estrictamente antagónicos. Todo aderezado con un profundo sentimiento de odio y revancha que ha sido intencional e irresponsablemente estimulado por los líderes del gobierno.
Hoy, contando los muertos, todavía tienen algunos el valor de decir "nosotros pusimos más muertos que ellos"; como si eso justificara cualquier acción realizada.
Aunque el dolor y la confusión sean los principales protagonistas de la hora presente, ahora más que nunca se impone la cordura y la racionalidad: no podemos seguir enfrentándonos pero debemos seguir con la frente en alto, siempre adelante con la fuerza de nuestras ideas… los que tienen las armas podrán vencer, pero jamás podrán convencer a nadie. La democracia nuestra reclama participación constante, consciente y orientada a objetivos concretos. Y los objetivos concretos por el momento siguen siendo los mismos: la salida del Presidente de la República (en realidad de todo el Poder Ejecutivo) e inicio inmediato del proceso de reconstrucción del país, gravemente herido.
Todas las banderas utilizadas en las manifestaciones de la pasada semana deben estar a media asta: Venezuela está de luto.
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