Comenzó un mes que tradicionalmente es asociado a primavera, a una época agradable del año. Sin embargo, para los venezolanos el mes de abril se sembró de malos recuerdos en el año 2002.
El 10 de abril de ese año comenzó una huelga general indefinida, liderada por la principal central de trabajadores y la principal central empresarial del país (CTV y Fedecámaras). A partir de ese día, producto de las constantes provocaciones de un gobierno en franca minoría, comenzaron las mayores movilizaciones de calle jamás vistas en el país.
Todo terminó muy mal. Decenas de muertos, centenares de heridos, pérdidas millonarias, en medio de un doble golpe militar. Paradójicamente, los militares no se partieron ni una uña entre ellos, mientras los civiles recibieron una lluvia de plomo inmisericorde.
La gran marcha del 11 de abril, una marcha inconclusa rumbo a Miraflores (que algún día terminaremos) marcó un antes y un después; no sólo para el gobierno de Chávez sino para la historia contemporánea.
Si teníamos la sospecha de que queríamos matarnos unos a otros, ese día demostramos lo que somos capaces de hacer en pro de una causa... y con ésto me refiero a que si un grupo de venezolanos fue capaz de dispararle a la cabeza desde una azotea a otro grupo de venezolanos desarmados, pues entonces somos capaces de todo.
Si teníamos la sospecha de que queríamos matarnos unos a otros, ese día demostramos lo que somos capaces de hacer en pro de una causa... y con ésto me refiero a que si un grupo de venezolanos fue capaz de dispararle a la cabeza desde una azotea a otro grupo de venezolanos desarmados, pues entonces somos capaces de todo.
Se acerca el 11 de abril, con toda la carga negativa asociada y con todo el acumulado de seis años más de tragedia. Este 11 de abril estará marcado con la ola de escándalos que envuelven cual celofán al gobierno venezolano: la evidente relación con grupos terroristas como las FARC; el escándalo del maletín incautado en Argentina, cuyas ramificaciones apenas han asomado la cara; la podredumbre detrás del asesinato del fiscal Danilo Anderson aupada por el ex Fiscal General Isaías Rodríguez; las denuncias de peculado contra la familia presidencial barinesa... suficientes escándalos como para que cualquier gobierno decente estuviese preocupado.
Y eso que no he nombrado los problemas de todos los días de los venezolanos, es decir, aquellos problemas que no tienen que ver con corrupción, con el ego presidencial o con disputas por el poder. Problemas como el desabastecimiento de alimentos básicos; la delincuencia desbordada; la falta de viviendas; el desempleo y el empleo informal; entre muchos otros problemas.
Ojalá este abril esté lleno de cosas positivas... aunque presumo que viene un despertar (más bien una reacción tipo epiléptica de esas que nos gustan a los venezolanos), un levantamiento masivo que empeorará todo si no encontramos un cauce adecuado, que para mí sigue siendo el mismo desde hace siete años: la salida del gobierno del presidente Chávez (y todos los que lo acompañan) para comenzar la verdadera reconstrucción del país.
No hay otra. Abril nos ha dado lecciones. Es hora de poner en práctica lo aprendido.
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