El infierno de hielo

Tradicionalmente, las representaciones que hemos hecho los seres humanos acerca del infierno están llenas de figuras demoníacas; mosntruos; esqueletos; sufrimiento y fuego. Mucho fuego.


El simbolismo del fuego tiene dos vertientes: la de la "limpieza"; es decir, la de la purificación que se logra a través de las llamas; y la del sufrimiento, porque no debe haber dolor tan horrendo como el de la quemadura de la carne humana. Pureza y castigo. Y en la representación dicotómica del universo tal como lo conocemos, el Cielo es reconocido en su ámbito de pureza, mientras que el Infierno es el castigo eterno. Fuego eterno - castigo eterno.

Así ha sido por siglos. De hecho, la religión Católica - Cristiana no ha hecho sino apropiarse de una imagen mental poderosa que pertenece (Carl Jung dixit) al inconsciente colectivo.


Inconsciente Colectivo:

La teoría de Jung establece que existe un lenguaje común a los seres humanos de todos los tiempos y lugares del mundo, constituido por símbolos primitivos con los que se expresa un contenido de la psiquis que está más allá de la razón.

Es nuestra “herencia psíquica”. Es el reservorio de nuestra experiencia como especie; un tipo de conocimiento con el que todos nacemos y compartimos. Aún así, nunca somos plenamente conscientes de ello. A partir de él, se establece una influencia sobre todas nuestras experiencias y comportamientos, especialmente los emocionales; pero solo le conocemos indirectamente, viendo estas influencias.

Por todo ésto, me sorprendió leer una noticia hoy proveniente del Vaticano. La noticia dice que el Vaticano descarta que el infierno sea horroroso y envuelto en llamas.

¿Cómo es la vaina?!!

Para Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura del Vaticano ‘el infierno no debe ser figurado en las llamas sino en el hielo, porque es la ausencia de amor, el terror y el rechinar de dientes’.

‘El infierno, en primera instancia, puede ser visto como una reliquia del pasado, del periodo paleolítico pero en realidad es particularmente importante en el mensaje cristiano’, explica a Notimex.
Sabrá Dios (y no es un decir) de dónde viene ésto y a santo de qué. Es lo que faltaba. De las pocas certezas que tenía media humanidad, el infierno en llamas, ahora resulta que probablemente sea un sitio oscuro, gélido, bajo cero. El infierno, un lugar para abrigarse y apachurrarse con otros condenados para no pasar frío... en vez de las horrorosas pailas, el aceite hirviendo y los diablos sonrientes con tridentes afilados.

Es decir, el infierno se parece más a la gélida soledad y abatimiento emocional de la depresión (mal moderno) que al alboroto y agitación típica de ciertos episodios esquizofrénicos o paranoides.

Paraíso e infierno como destinos y la presencia satánica oscura, aunque sean de difícil representación, no son reducibles simplemente a un juego; se debe evitar el demonio con la cola y todo el aparato irónico pero sin arribar a la indiferencia o la negación del mal’.

‘El infierno no pintado de manera pintoresca o folclórica es una categoría fundamental sin la cual no tendría sentido el Dios de la justicia o el hombre libre que tiene la última palabra por su libertad’, indica.

El prelado considera que en la Iglesia católica, en los últimos tiempos, se ha dado demasiado importancia a las ‘verdades terrenales’ dejando ‘un poco de lado’ a las ‘verdades últimas’ de la religión.

Cualquier observador distraído pudiera decir que, tal vez, el Vaticano se esté anticipando al desastre ecológico que vive el planeta. Calentamiento global parece infierno... y pa´llá vamos (para el calentamiento global, no para el infierno). En ese panorama, ante tanto calor, pues el infierno tiene que ser helado.

Que Dios me perdone, pero me sigo imaginando al infierno como un destino eterno envuelto en llamas.

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