¡De vuelta!

Casi a punto de subsanarse el impasse tecnológico que me tiene alejado de estos espacios, vuelvo para escribir brevemente sobre la última semana que nos tuvo al borde del abismo.

La famosa Cumbre de Río en República Dominicana no fue más que un "atajaperros" medianamente civilizado, más parecido a una reunión de junta de condominio que a una Cumbre de mandatarios de naciones.

El simil con la reunión de junta de condominio no es casual. Ni mucho menos. Como en cualquier edificio de cualquier vecindario de estas latitudes, siempre hay un señor o una señora quejosa que le encanta insultar por el balcón o por la ventana a quien sea y que además no saluda en los pasillos o ascensores. Pero en la reunión de condominio, en vez de insultar como lo hace habitualmente, baja el tono y ensaya algún discursillo amistoso.

Así pasó en la Cumbre. Un remedo de política. Un enredo de chismes; insultos; calumnias; ironías "comunistas"; apoyos ciegos; idas y venidas; caras de muchachos malcriados; cantos; chistes malos; peroratas aburridas; y el cierre melodramático como buenos caribeños y latinos que somos, final inesperado, de novela venezolana (como cruelmente, aunque con cierta razón, se burlan de nosotros en otros países); cuando todos creen que el mal se va a salir con la suya, resulta que al final el ciego recupera la vista, la inválida camina, el pobre hereda y el feo se empata con la bella.

"Compadre, no me lleves a la Corte Internacional, ¿para qué? Esa vaina es perder el tiempo... ¿no me digas que te creíste todo lo que he dicho estos días?"... palabras más palabras menos, es lo que Chávez debe haberle dicho a Uribe mientras se daban la mano enérgicamente al final de la Cumbre, mientras el presidente dominicano Leonel Fernández posaba para la fotografía con una sonrisa de satisfacción que no cabía en ningún encuadre (la mejor foto de su carrera política, sin duda). Y Uribe, digamos, debe haber respondido: "es que usted me tiene acatarrado con tanta verraquera... déjese de vainas hombre, que yo lo tengo agarrado por las pelotas con las pruebas de las laptos".

Y Correa. ¡Ay Rafael Correa! Tremendo papelón dió el muchacho malcriado ecuatoriano, quien seguramente pensaba que podía hablarle a todo el mundo como si fuesen Lucio Gutiérrez o el bananero Álvaro Noboa. Tal vez por su mente pasó que Uribe tenía la misma pobre capacidad de respuesta y de verbalización que los señores antes mencionados.

Por cierto, Correa es el mismito que en su campaña electoral ofrecía sacar a "correazos" a los malucos de la derecha ("Dále Correa", rezaba un fácil slogan propagandístico). Tal vez en su fuero interno, Correa fue resteado a la Cumbre, dispuesto a "darle correazos" simbólicos a su par colombiano, creyendo que a los azotes se le unirían el siempre pana Chávez y los neo-panas Evo y Ortega.

Correa (y con él la posición del Ecuador) fue el peón sacrificado de este ajedrez caribeño. Correa se entregó a los brazos de Chávez, vino a Caracas y luego fue a Managua a insultar a Uribe.

Debe haberle corrido un frío por el espinazo mientras Chávez hablaba, cantaba tonadas y hacía chistes, tratando de aparecer como un buen muchacho mientras Daniel Ortega (el malandro viejo pero vivo) volteaba para otro lado. A Correa lo echaron al ruedo. Y el toro se le vino encima. La cara de muchacho malcriado de la foto con Uribe, creo que provenía del malestar de sentir que se quedó sólo en su posición, más que de las palabras del presidente colombiano.

Como en el ajedrez, y como en la vida tal vez, nadie puede lanzarse a jugar sin prever si la próxima semana será la del jaque mate en contra. Bueno, hay quienes viven así y lo disfrutan. Pero al menos quienes tienen en sus manos el destino de muchos, deberían prever ciertas cosas.

Con todo, es de agradecer entonces a Dios que somos caribeños, melodramáticos y hasta cursilones. La melaza derramada en el aplauso eterno mientras Uribe daba la vuelta al ruedo saludando a todos los toros (que trastocaron en becerros), resulta de un empalagoso terrible si se piensa que luego de terminada una reunión de junta de condominio, los vecinos siguen odiándose secretamente y siguen los chismes e intrigas por todos los pasillos de la comunidad. "Al odioso del 5-C hay que sacarlo como sea, esta vez se salvó", habrán dicho los azotes de la comunidad que tuvieron que agachar la cabeza en esta ocasión.

Mientras los tanques regresaban de la frontera con Colombia, el embajador venezolano regresaba a Bogotá a trabajar con toda su comitiva, y mientras Maduro daba declaraciones en CNN (la odiada CÑM de Chávez... ¿por qué no en TeleSur?) y el secretario general de la OEA Insulza ensayaba una pose histórica de asombro demasiado falsa y perversamente propagandística en la selva, los venezolanos en su mayoría seguíamos pensando en los planes para la Semana Santa... que si los vuelos están full, que si los dólares, que si el traje de baño, etc.

Así somos. Nuestra vida política es como cualquier telenovela venezolana: un potaje a veces intragable, que viene por entregas, donde el pobre siempre es bueno y el rico siempre es maluco, y que se puede terminar con solo apagar la televisión.

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