Apuntes sabatinos

I

01:30 PM:
Fui "comisionado" para ir a buscar al perro de mi casa que estaba en la peluquería canina. Por cierto, la gracia cuesta Bs. 50.000,00 o BsF. 50,00 (traducción: alrededor de US$ 20,00). A esa hora estaba llegando al lugar.

01:40 PM:
Aún no había podido hablar con nadie. Todos están ocupados. El lugar no parece muy acogedor para la atención de animales, pero parecen buenas personas los que allí trabajan. Finalmente, un encargado me atiende y se interna a la "sala de espera" de los perros que van a ser afeitados.

01:42 PM:
Se asoma un tipo de no más de 25 años, medio nervioso, como si estuviese estresado de tanto trabajo, y me dice: "¿tú eres el que viene a buscar a la perrita negra?" "Sí" le respondo... "yo mismo soy". "Ah, lo que pasa es que todavía no está lista, todavía le falta"... "¿y cuánto falta más o menos?"... "unos 20 minutos, si quieres espera o anda a dar una vuelta por ahí".

Mi opción fue esperar allí mismo, pues a menos de una cuadra del lugar la avenida estaba trancada con algo que parecía ser un mercado popular o algo así. Lo cierto es que había muchísima gente y no tenía ganas de caminar con la pepa de sol del mediodía.

02: 30 PM:
Después de ver a un gato bastante enfermo y a su dueña llorando, llegó un hermoso dálmata... pero sordo. Al parecer, según la dueña, por una afección "hereditaria" ("su papá era sordo también", dijo). Efectivamente, el dálmata no escuchaba nada del coro de ladridos de los perros que estaban en su sala de espera.

Finalmente, me entregaron a Muñeca, no sin antes ofrecerme disculpas por el retraso. "Tranquilo pana, no hay problema", dije. Quienes trabajan con perros, gatos y demás mascotas, generalmente deben tener una cierta sensibilidad, al menos para "entender" las dolencias y manías de los animales. "Es que hoy hemos tenido demasiados perros pana, estamos atrasados con todo".

Desesperación del perro al verme y reconocerme. Pago y me largo de allí. Quedé todo el día con la nariz impregnada del olor a perro que flotaba en ese lugar.

04:45 PM:
Llego a un lugar de comida rápida. Mi favorito, para más señas. El local es bastante amplio y generalmente la atención es aceptable. Hay alrededor de quince personas en fila antes que yo. Nada extraño, aunque creía que a esa hora no iba a encontrar mucha gente. Hay dos cajas abiertas, por lo que presumo que no tardaré mucho.

04:55 PM:
Sigo en cola. El olor a comida me tiene atrapado y mi hambre aumenta. De las quince personas, apenas han pasado cinco. Comienzo a inquietarme al ver que alguien se hace cargo de una de las cajas y empieza a pasar apresuradamente a los próximos en la fila. Resultado: la fila se hace ahora para esperar los pedidos, con la consecuente desesperación de quienes tienen que armar las bandejas con las hamburguesas y papas fritas.

05:05 PM:
Ya falta menos. Estoy apenas a dos personas de la meta, quiero decir, de la caja para hacer mi pedido. Una señora que está detrás de mi en la fila, comienza a protestar y llama al gerente para reclamar la tardanza.

05:07 PM:
El gerente se acerca a la caja, donde la señora pone su queja por la tardanza de más de 20 minutos. El gerente escucha, se encoge de hombros y dice: "disculpe, pero es que hemos tenido problemas con el pedido para la fiesta infantil". Aclaro que, en paralelo, había una fiesta infantil en el local, como es costumbre. La señora, molesta aunque educada, regresa a la fila, murmurando en voz baja.

05:15 PM
Finalmente, llego a la caja. Pido mi orden. La tarjeta de débito "no pasa, ¿vuelvo a intentar?". ¡No!, le contesto algo desesperado. Pago en efectivo para terminar con eso y disfrutar mi comida.

05:20 PM
Situación confusa con un pedido que salió equivocado de una muchacha. Nuevos reclamos. Se paralizan las cajas. Todos los empleados, como por arte de magia, se desaparecen del área de cajas, mientras las personas en la fila siguen con asombro la situación.

05:25 PM
¡Sale mi pedido! ... pero está incompleto. Me dispongo a reclamar, pero me dicen que "el pedido salió como estaba en el ticket". Verifico. Es cierto, me tomaron mal el pedido. Decido comer porque ya no aguanto más el hambre. Para rematar, la hamburguesa tiene pepinillos, aún cuando en el ticket aparecía lo contrario.

05:40 PM
Antes de salir del local, paso por el baño para lavarme las manos. Hablo de uno de esos baños que tienen dos de todo (dos lavamanos, dos pocetas, dos urinarios). Entro al baño y hay al menos tres personas. Una de ellas se lava las manos. Me dispongo a lavarme las manos en el lavamanos desocupado. Por supuesto, no funciona, las llaves están aisladas. En el otro lavamanos sale agua, pero no porque funcione, sino porque las llaves no cierran, así que está siempre abierto. Tengo que hacer cola para el lavamanos, que además no tenía jabón.

II

La paciencia a veces es la antesala para que ocurran los abusos.

III

Pequeños relatos de una odisea diaria para cualquier caraqueño. La calidad de la atención y servicio al cliente está cada vez más deteriorada. Seguramente hay muchas explicaciones para justificarlo: más población con los mismos lugares; la misma gente pero con más dinero en sus bolsillos para gastar; más clientes y menos empleados; menor tiempo en el entrenamiento en atención y servicio; desinterés creciente en atender y servir... en fin, podríamos aventurar muchas hipótesis. Lo cierto es que es un calvario diario por el que tenemos que atravesar en distintos ámbitos.

Caracas es una ciudad muy cosmopolita para algunas cosas (la gastronomía, por ejemplo), pero terriblemente tercermundista para muchísimas otras. No somos aptos para el negocio del turismo, por ejemplo. Cualquier tienda o restaurante o servicio que sea más o menos eficiente, rápidamente es asediado por las "hordas de consumidores mal atendidos" que pululan por la ciudad.

Este es apenas uno de los tantos males que nos azotan a los caraqueños. No es el peor de todos, pero es uno de los más corrosivos, de los que nos predisponen a pasar un mal día o nos condicionan el humor.

Otros males que nos aquejan: por supuesto, la inseguridad en primer lugar (que genera desconfianza y ruptura del tejido social); la cantidad desproporcionada de carros (que genera mayor consumo de combustible fósil y mayor contaminación; pérdida de horas humanas y laborales en el tráfico; falta de vías y deterioro contínuo de las existentes; falta de estacionamientos suficientes; aumento de robos de carros); la inmundicia (sí, algunas zonas de Caracas están hechas un asco), entre otras que iremos viendo progresivamente.

Lo cierto es que menos mal que hoy es sábado. De haberme ocurrido lo que relaté un día de semana, probablemente mi nivel de estrés sería bastante grande.

Recuperar los indicadores de calidad de vida de la ciudad no será una tarea fácil, es un resultado de muchas variables. Pero tenemos que empezar. Podemos empezar por ser más amables o, al menos, estar menos a la defensiva.

Caracas debe ser una ciudad más amable para todos. Los que vivimos aquí y quienes, sea por la razón que sea, nos visitan.

¡Una Caracas mejor es posible!

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