La tragicomedia del secuestro (IV)

Finalmente se obtuvieron las benditas coordenadas. Finalmente, liberaron a Clara Rojas y a Consuelo González, dos de las rehenes de las FARC en Colombia.

Gracias a Dios. Antes que nada, gracias a Dios por el final de la pesadilla que vivieron estas personas durante varios años.

Pero el agradecimiento es con Dios. No para líderes auto-endiosados o seres pequeños aspirantes a algún tipo de divinidad. No se puede agradecer a quien ha pactado con los delincuentes y mucho menos aplaudir a los delincuentes por sus "actos humanitarios". Cuando hay situaciones de rehenes, la liberación de los mismos está condicionada también a la rendición o escape de los delincuentes, pero nunca a su reconocimiento. Cualquier película medianamente decente ilustra lo que ocurre a diario en todo el planeta cuando hay situaciones similares.

Esta vez no hubo show previo. Aunque sí posterior. No hubo presidentes, expresidentes, directores de cine de fama mundial; ni muchos representantes de varios países. Aunque sí hubo Telesur; Rodríguez Chacín; embajador cubano y la señora del turbante rojo. Y un extraño teléfono -satelital para más señas-, por el cual se comunicaron con el Presidente Chávez desde el medio de la selva.

Abrazos, besos, sonrisas, lágrimas... todos esos ingredientes que uno se esperaba para un reencuentro después de varios años alejado a la fuerza, se presentaron más bien al momento de la despedida con los "muchachos" de las FARC. Con los camaradas, como les dijo cariñosamente Rodríguez Chacín, un personaje tan sensible que no aguantó el par de coscorrones que le dieron el 12 de abril del 2002, cuando fue apresado por las autoridades. Esos coscorrones aún le deben estar doliendo.

No quiero comentar mucho más lo que ya se ha comentado bastante entre ayer y hoy: que si esas mujeres estaban bien alimentadas; que no parecían venir de la selva; que si tenían las uñas pintadas; que si la ropa no tenía ni una manchita; que si el peinado de peluquería... demasiados detalles, escabrosos detalles, que son al final los que cuentan las verdaderas historias. Como dicen por ahí, el diablo está en los detalles.


La foto en Palacio era la que Chávez estaba buscando. Como si de un San Nicolás (no maduro, claro) que en vez de traer en trineo regalitos envueltos en cajas, trae seres humanos maquillados y peluqueados en helicópteros que disfrazan las ametralladoras tras cruces rojas.

Ok muchacho. Ya tienes tu foto. Ya tienes tus titulares. Ya te agradecieron. Pero ya. No se nos olvida el papelón universal con el niño Enmanuel. Y tú no debes olvidarlo tampoco. Tú dijiste claramente el 31 de diciembre que no le creías al gobierno colombiano la tesis del niño y que tú le creías a las FARC, que tenías muchas razones para creerles a los muchachones de las FARC. Que si las FARC no tenían a Enmanuel, pues que tendrían que explicarle al mundo por qué habían mentido... pero que tú eso lo descartabas. ¿Te acuerdas? Eso fue el año pasado, claro, pero digamos también que fue apenas hace 12 días. Menos de dos semanas, ¿te acuerdas? Yo sí me acuerdo.

Piénsalo bien. No es que ganaste la pelea, mucho menos un round. Solamente tuviste un par de segundos, en medio del round, sin que te dieran hasta debajo de la lengua. Y ya esos dos segundos pasaron. Mañana estará olvidado el show de los rehenes pues tú mismo comenzaste otro show hoy.

Piénsalo. La fiesta es tuya y la hiciste para ti, compraste lo mejor para la ocasión, decoraste el salón como nunca, invitaste a todos los medios.... pero se te olvidó invitar a tu fiesta a alguien: al venezolano.

Gracias a Dios por la libertad de Enmanuel, Clara y Consuelo.

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