Las batallas inútiles...

Somos un país fracturado. Entender esta premisa es punto de arranque para poder tomar decisiones orientadas a la reunificación (que no restauración de otras formas también perversas de hacer política).

En uno de los pedazos fracturados de país, sus actores políticos (es decir, quienes asumen el liderazgo del quehacer político), se pelean por un puñado de arena mientras la playa entera es destruída y saqueada. Y encima se emborrachan de abrazos, micrófonos y bailes en la fiesta de uno de los diarios emblema del país (El Nacional cumplió ayer 65 años).

Claro, seguramente argumentarán que hay que empezar desde lo pequeño, que si no se controlan la mayoría de municipios, concejos legislativos y estados jamás podríamos pensar en ir más allá ("vienen por mí", repite con patológica insistencia el líder del otro país). Y que no tiene nada de malo, faltaba más, bailar, tomarse fotos y dar declaraciones en fiestas.

Esa es la lógica perversa que nos tiene aquí. Y que hizo escribir a Carlos Blanco hace un par de semanas que tal vez, solo tal vez, el liderazgo opositor no es la respuesta al problema... sino más bien, parte activa del problema. No es un tema personal contra el liderazgo opositor. Va más allá. Es un tema de la lógica y los puntos de partida con que se enfrenta el problema.

Una de las principales bases sobre las que actúa el liderazgo opositor es que el gobierno (peor aún, el presidente Chávez) es legal y legítimo.

En sus "Reflexiones sobre Teoría y Práctica del Estado Democrático", el filósofo Karl Popper puso el dedo en la llaga del tema:

"... Nosotros que nos llamamos demócratas pensamos en una dictadura o una tiranía como algo moralmente malo. No solo es difícil de tolerar, sino moralmente intolerable, porque no es responsable. Sentimos que hacemos algo malo con sólo soportarlo...

... Una dictadura impone una situación de la cual no somos responsables, pero que, por lo general, no podemos cambiar. Es una situación moralmente inaceptable. De modo que tenemos una obligación moral de hacer todo lo posible para impedir que ocurra...

... Mi punto de vista, entonces, es que lo que cuenta en una forma de gobierno es que permita que el gobierno sea depuesto sin derramamiento de sangre..."
El punto es que cualquier gobierno que se precie de ser democrático es aquel que mantenga los caminos abiertos para su salida. A medida que se cierran los mecanismos jurídicos y políticos democráticos para que un gobierno culmine, en esa misma medida puede ser calificado de tiranía.

Dos más dos son cuatro. El liderazgo político opositor no entiende ésto como el problema fundamental. Se ha aferrado ingenuamente a la trampa tendida por el gobierno: la de la supuesta legalidad y legitimidad de origen, que se transforma en un cheque en blanco para los desmanes. Un gobierno que atenaza al pais con decretos - leyes desconocidos y no discutidos ni siquiera con el pedazo de país que lidera, es un gobierno tiránico.

Pero seguramente los Rosales, Petkoff; Borges; López y demás están demasiado ocupados con sus peleítas candidaturales porque entienden que la habilitación de 18 meses del presidente Chávez es legal y legítima; hecha por una Asamblea Nacional igualmente legal y legítima.

Estamos jodidos. Cualquier protesta contra las 26 leyes dictadas el jueves, será tomada por el gobierno como una rebelión y como tal será despachada.

Mientras, en distintas entidades emblemáticas para la oposición, algunos precandidatos se miran al ombligo sin ver la amenaza que se cierne sobre el país: en Miranda, Enrique Mendoza y Henrique Capriles Radonski; en Baruta, Gerardo Blyde y David Uzcátegui; en Chacao, Liliana Hernández, Emilio Graterón y Ramón Muchacho; en Libertador, Claudio Fermín y Stalin González. Ojalá el desastre no los agarre en "paños menores", agarrándose por las mechas con sus aliados políticos.

Sus batallas son inútiles, mientras no se identifiquen los objetivos correctos... y éstos objetivos no se identificarán si el problema no está bien definido y delimitado.

Así estamos.

0 Comentarios para la Caja: