Retazos de Venezuela

Esta tarde he tenido la mala idea de pasear mi aburrimiento dominical televisivo por el canal 8 (Venezolana de Televisión, VTV, canal del gobierno). Justo estaba el programa ¡Aló Presidente!, el monólogo semanal con el que el presidente Chávez nos deleita e informa mientras "gobierna".

Hace algún tiempo tengo la hipótesis de que Chávez confunde sus palabras con obras de gobierno. Sus interminables discursos son sus pruebas, para él y sus seguidores, de que aquí se gobierna como nunca antes.

Vi los últimos 20 minutos del programa. Tiempo más que suficiente para embrutecer o divertir a cualquiera. Claro, que en este caso, divertirse con la desgracia propia es una forma de embrutecimiento. No hay escape.

Esos minutos fueron suficientes para entender la magnitud de la tragedia venezolana: un presidente que cree que hablar es gobernar; que no escucha; que modifica la realidad con marcadores y que hace de la improvisación el arte más perverso de nuestra historia.

Bueno, nada de eso nos era desconocido. Pero es que esos 20 minutos fueron una muestra más: el presidente habló del Metro Cable, una estructura para mejorar el transporte público caraqueño, mientras "mejoraba" a Petare con unos marcadores (rayaba una foto de Petare hasta hacerla irreconocible), maquinando obras y mejoras. Pero eso no es lo discutible.

Lo triste fue ver asustado al ministro del área. Un temeroso Isidro Rondón, el de Infraestructura, tomaba notas nerviosas mientras el presidente escupía sus nuevas ideas acerca del transporte público capitalino. Son los típicos "se me ocurrió" que amenizan las vidas de los ministros de Chávez.

A otro funcionario le pidió una fecha para hacer una inauguración de una obra. Este funcionario, que no recuerdo quién es, dijo textualmente: "... Déme 20 días presidente...", como en una versión cruel de la famosa técnica de regateo propuesta por Elías Jaua. Seguramente, el funcionario sabe que la obra no está ni estará lista en menos de diez días a paso redoblado.

Pero para cubrirse, con ese tono tan venezolano del que sabe que tiene que ganar tiempo a como dé lugar, pidió esos díitas. El presidente, llanero y supuestamente zamarro, le dijo que hace más de dos semanas le habían pedido dos semanas más, "... y ya pasaron las dos semanas... y entonces??...", a lo que el atribulado funcionario contesta: "bueno... déme 7 días entonces...". "En la semana hablamos", replicó el Líder.

¿Se puede o no se puede hacer en 7 días? ¿Por qué pidió 20 días si podían hacerlo en siete? Son las preguntas que habría que hacerle al funcionario. Pero no vale la pena. Es como escuchar una conversación entre un maestro y un niño, y pedirle explicaciones al niño:

- ¿No me ibas a entregar la tarea ayer?
- ¿Ayer? ¡Déme tres semanitas más maestra!
- ¿Tres semanas? Ni de vaina...
- Bueno, ¡se la entrego en una semana entonces!
- ¡Hablamos el viernes!

País de locos.

También, el presidente dijo que el hacer la estructura del Metro Cable por encima de las calles abarataría los costos. Que eso era socialismo. En cuestión de segundos, sin pestañear, habló de una estructura en Maracaibo, un segundo puente sobre el Lago. Ese puente, dijo, iría por arriba y por debajo del Lago... ¿y es que acaso esa vaina no costará un ojo de la cara? ¿para qué una vía de comunicación que vaya también por debajo del agua? ¿Hace falta? ¿Hablamos del mismo socialismo y del mismo socialista?

Después me enteré que se molestó porque los camarógrafos de VTV, los que se calan todos los programas del presidente todas las horas que le provoque, cobran su sueldo los domingos por hora de trabajo. Una hora de trabajo un domingo, para ellos, equivale a ocho horas de trabajo en día de semana según el ministro del área. Eso no le gustó al presidente, quien dijo que eso era perverso, una vagabundería pues eso de cobrar más por trabajar un domingo. Deben haber quedado encantados los trabajadores de VTV ante tal aseveración.

Luego, como si no me fuese suficiente, pasé al otro extremo del péndulo: Globovisión.

El programa "¡Aló, Venezuela!", que moderan la periodista Del Valle Canelón y el diputado (Podemos) Ismael García. Allí, tuvieron como invitados a tres trabajadores de la Asamblea Nacional (AN), que están a favor del "proceso" y que estaban dándole un espaldarazo a Cilia Flores por la denuncia en su contra por nepotismo.

Los cinco, los tres invitados y los dos moderadores, se enredaron en una discusión interminable acerca de la denuncia. Se descalificaron, se gritaron, hablaban los cinco a la vez, lo que terminó en un incomprensible gallinero.

No nos escuchamos. Y eso no ayuda al clima de hostilidad que vivimos en el país.

Esos pedacitos de Venezuela también son parte de lo que somos. Aunque lo pongamos en "mute" o simplemente le demos al botoncito OFF... esa parte del país no desaparece. Sigue allí, esperándonos todos los días tras la puerta de nuestras casas.

Así estamos.

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