Del poder, cegueras y realidades

Desde hace muchos años me da vueltas en la cabeza el tema de cómo el poder es capaz de cegar a las personas, o al menos es capaz de dejarlos bastante miopes.

Es común, arquetípico quizás, que los presidentes y/o funcionarios de alto rango de un país (o una empresa, también vale), se desconecten de las cosas cotidianas que pasan a su alrededor porque se preocupan de otras cosas -suponemos- más trascendentales.

El que llegó a una posición elevada se siente "ungido" por los dioses, lo que significa el comienzo de sus dificultades. Los mismos dioses que lo han ungido generalmente terminan por cegar a quien se deshace en ambiciones infinitas. Hay un dicho conocido: "los dioses ciegan a quienes quieren perder", como una lógica consecuencia de la pérdida de contacto con la realidad.

Ahora bien, cuando se habla de Poder generalmente uno refiere a las "alturas" del poder. Es decir, el Poder es algo de arriba, algo que tiene que ver con dioses, con lo divino; el poderoso asumimos que está arriba, mientras que los demás estamos abajo. Y mientras más arriba esté el ungido, más fácil es que se desconecte de lo terrenal, del día a día, de eso que llamamos "realidad" y que visualizamos como algo que está abajo -menos cerca del cielo, quizás más cerca del infierno-.

Cuando el que tiene Poder sube mucho, llega un momento en que pierde la visibilidad de lo que está "abajo" y corre el riesgo de cegarse ante la brillante luz del cielo. El Sol, símbolo por excelencia del Poder, ciega a quien lo ve directamente. Ese es el momento en que nos desconectamos del "ungido" y buscamos otros referentes que no se alejen tanto de la realidad.

Eso ha pasado aquí y en todas partes. Es parte del ciclo político que se repite desde el comienzo de los tiempos.

Lo curioso, al menos en el caso venezolano, es que el ungido (ya sabemos quién) perdió el sentido de la realidad hace rato, al igual que todos quienes lo rodean. Obnubilados como están, su principal trabajo hoy es seguir cegados, pues si ven lo que los demás ven, sencillamente no lo soportarían. Y para seguir cegados, tienen que subir cada vez más y despegarse más y más de la realidad. Tienen que acercarse más a los dioses... y eso, sin dudas, los dioses lo castigan.

Es una lógica suicida, ni más ni menos.

Se han encapsulado y arrinconado en una burbuja de poder, armados hasta los dientes, y llenos de una ira y violencia casi ancestral que da miedo.

Una sociedad que históricamente ha tenido dificultades para modernizarse, pero que ahora avanza mirando siempre por el espejo retrovisor, restando inteligencias y sumando odios; quebrando todos los referentes sociales conocidos; disolviendo la estructura de una República que apenas comenzaba a asomarse; quitándole el papel tapiz al hogar y descubriendo que en realidad era una caverna donde están aflorando todos los terrores humanos esenciales.

Los ungidos de hoy seguramente serán expulsados a patadas por la historia, pero el daño ya está hecho. Costará muchos años, mucho esfuerzo, mucha inteligencia, mucha pasión, mucha humildad para reconstruir el país sobre bases sólidas.

PD

Mientras escribo, veo en TV imágenes del presidente Chávez condecorando al coronel Benavides, el gorila aquel que ordenó la represión del día sábado en la avenida Libertador, mientras trataba de hilar un par de párrafos aprendidos de la cartilla chavista y le huía a la periodista de Globovisión.

Ese tipo de mensajes (el presidente condecorando al coronel fuera de control) es más violento que cualquier videojuego que quieran censurar en la Asamblea Nacional. Esa acción significa que el presidente desprecia a una porción importante de venezolanos... peor aún, se burla de ellos y los desafía.

Ya lo decíamos el sábado: Benavides hizo su trabajo de ascenso ese día. Ya se ganó la felicitación en Aló Presidente, hoy lo están condecorando y pronto será general de no-se-cuántos-soles.

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