Manifiesto futurista

Corría el año 1909, es decir, un siglo atrás.

Apenas tres años separaban a la humanidad de la catástrofe del RMS Titanic; a cinco años de la Gran Guerra - 1era Guerra Mundial-; y a ocho años de la Revolución Rusa.

En la Italia de 1909, específicamente el 5 de febrero, se publica el "Manifiesto Futurista" en la Gazzetta dell´Emilia. Luego, el 20 del mismo mes, el manifiesto se internacionaliza al publicarse en Le Figaro -Francia-.

El autor, Filippo Tommaso Marinetti.

El Manifiesto Futurista, en la Europa que apenas entraba al siglo XX, quería representar una ruptura con el pasado:

En él se planteaba una rebelión contra el pasado, usando un lenguaje simple y mensajes cortos, convirtiéndose así en lenguaje de masas. Este manifiesto, al igual que el resto de los manifiestos planteados por las demás vanguardias, permiten no solamente dar a conocer la ideología del grupo, sino que también constituyen una fuente documental de suma importancia.
Los artistas futuristas debatían provocativamente sobre cómo cambiar el mundo y plantearon una ruptura frente a todo lo anterior. En el manifiesto futurista se ensalza continuamente la máquina, la ciudad, los medios de locomoción modernos y la velocidad, conceptos que plasmaron en sus obras artísticas.

Este movimiento encontró eco en la Europa pre-guerra. Parecía que el mundo entraba en una época de desenfrenos posterior a la era victoriana:

Todo se vuelve futurista en los años que preceden la primera guerra mundial, vista como la ocasión ideal para acabar con un modo antiguo de concebir el arte: de 1910 a 1914 adhieren al movimiento pintores, escultores, músicos, arquitectos, fotógrafos y escritores.
Como un reguero de pólvora, el movimiento se difunde en toda Europa llegando a revolución acabada hasta la misma Unión Soviética, donde Stalin lo ahogará sucesivamente, en nombre del realismo socialista.

Este era el primer Manifiesto Futurista. Un lenguaje bastante incendiario buscaba provocar, remover, convocar, generar reacciones:
Manifiesto Futurista
1. Queremos cantar el amor al riesgo, el hábito de la energía y de la temeridad.
2. El coraje, la audacia y la rebeldía serán elementos esenciales de nuestra poesía.
3. La literatura ha magnificado hasta hoy la inmovilidad del pensamiento, el éxtasis y el sueño, nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, la carrera, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo.
4. Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado con grandes tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo... un automóvil rugiente que parece que corre sobre la metralla es más bello que la Victoria de Samotracia.
5. Queremos alabar al hombre que tiene el volante, cuya lanza ideal atraviesa la Tierra, lanzada ella misma por el circuito de su órbita.
6. Hace falta que el poeta se prodigue con ardor, fausto y esplendor para aumentar el entusiástico fervor de los elementos primordiales.
7. No hay belleza sino en la lucha. Ninguna obra de arte sin carácter agresivo puede ser considerada una obra maestra. La poesía ha de ser concebida como un asalto violento contra las fuerzas desconocidas, para reducirlas a postrarse delante del hombre.
8. ¡Estamos sobre el promontorio más elevado de los siglos! ¿Por qué deberíamos protegernos si pretendemos derribar las misteriosas puertas del Imposible? El Tiempo y el Espacio morirán mañana. Vivimos ya en lo absoluto porque ya hemos creamos la eterna velocidad omnipresente.
9. Queremos glorificar la guerra - única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas, las bellas ideas para las cuales se muere y el desprecio de la mujer.
10. Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias variadas y combatir el moralismo, el feminismo y todas las demás cobardías oportunistas y utilitarias.
11. Cantaremos a las grandes multitudes que el trabajo agita, por el placer o por la revuelta: cantaremos a las mareas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas; cantaremos al febril fervor nocturno de los arsenales y de los astilleros incendiados por violentas lunas eléctricas; a las estaciones ávidas devoradoras de serpientes que humean, en las fábricas colgadas en las nubes por los hilos de sus humaredas; en los puentes parecidos a gimnastas gigantes que salvan los ríos brillando al sol como cuchillos centelleantes; en los barcos de vapor aventureros que huelen el horizonte, en las locomotoras de pecho ancho que pisan los raíles como enormes caballos de acero embridados de tubos y al vuelo resbaladizo de los aviones cuya hélice cruje al viento como una bandera y parece que aplauda como una loca demasiado entusiasta.
Es desde Italia donde lanzaremos al mundo este manifiesto nuestro de violencia atropelladora e incendiaria, con el cual fundamos hoy el "futurismo", porque queremos liberar este país de su fétida gangrena de profesores, de arqueólogos, de cicerones y de anticuarios.
Ya durante demasiado tiempo Italia ha sido un mercado de antiguallas. Nosotros queremos liberarla de los innumerables museos que la cubren toda de cementerios innumerables.
Impresiona la dureza del lenguaje usado. Y, más impresionante aún, la convocatoria que tuvo en los años pre-guerra. Obviamente, un movimiento que tuviese unas bases como estas no podía terminar sino apoyando atrocidades desde el punto de vista político -con lo cual decretaba su propia muerte-:

El futurismo se propone "reconstruir el universo"... pero terminará adhiriendo a las intervencionismo bélico primero y al fascismo después, firmando con ello su defunción como arte revolucionaria y progresista.

No es de extrañar que el mundo pase por situaciones parecidas de nuevo. Los radicalismos de toda calaña presagian tiempos duros en esta segunda década del nuevo siglo... lo cual invita a pensar que aún no entramos en el siglo XXI, sino que estamos más bien a las puertas del siglo XIX.

Fuentes: revistaenie.clarin.com / artespain.com

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