Chile, 11 de Septiembre de 1973

Hace 34 años, el mundo democrático fue sacudido por la noticia del Golpe de Estado contra el Presidente Salvador Allende, por parte del General Augusto Pinochet, en el Chile de principios de los setenta.

Siempre es difícil emitir opiniones sobre sucesos históricos y políticos de países lejanos. Pero sin dudas hay elementos que permiten elaborar opiniones claras. El caso de Chile es histórico. Un país respetable, que ha sabido ordenar su vida político - social después del trauma feroz originado por la dictadura pinochetista.

El Chile de hoy se me hace admirable no sólo porque ha sabido administrar su escasez para crear riqueza, y no sólo porque ha aprendido con dificultades que la educación es el pasaporte para el desarrollo, se me hace admirable también porque es un país que sigue dividido en dos pedazos irreconciliables: los pinochetistas y los antipinochetistas. Un país dividido que entendió que el problema no era desaparecer al otro, como lo pretendieron algunos. El verdadero problema era ofrecer alternativas de crecimiento y desarrollo, con diferencias políticas pero sin matarse.

Pinochet es una cicatriz espantosa en la América Latina. El brutal accionar militar del 11 de septiembre de 1973 contra el Gobierno legalmente constituido es uno de los actos más brutales que se recuerden en la historia latinoamericana contemporánea. El asedio terrestre y aéreo contra el Palacio de La Moneda (sede del Gobierno), el ensañamiento contra los sobrevivientes a los bombardeos, la persecución contra los acusados de "marxismo" o comunismo, marcaron una época en nuestro Continente.



Esas imágenes, también parte de la memoria histórica contemporánea, son apenas un referente de la brutalidad ejercida y ordenada por Pinochet.

Dicen que Pinochet "ordenó" la casa y preparó el terreno para que la "Concertación" (grupo de partidos políticos unidos contra la derecha) levantara al país. Siempre me he preguntado el por qué había que levantar un país sobre la sangre y los huesos de tantos compatriotas. El mismo Chile nos ha demostrado que es posible hacerlo de otra manera.

Me resulta patético que un personaje tan repudiable como Pinochet sirva de escudo protector de otros personajes igual de bajos como el Presidente venezolano, el cual se cree émulo de Allende, pero no quiere tener su mismo final (aunque para ello tenga que convertirse en algo peor que Pinochet). Y quizás eso no sea lo peor... para mí lo peor ha sido escuchar a personas nacidas en nuestros países diciendo que "aquí lo que hace falta es un Pinochet". Absurdo. Pero coherente con el concepto de "mano dura" que algunos creen hace falta para hacer bien las cosas.

La época en que ocurre el golpe contra Allende está retratada en una excelente película llamada Machuca (ver crítica en http://www.cineismo.com/criticas/machuca.htm), película que recomiendo ampliamente y que no dejó de golpearme en su empeño de mostrar, como en perfecto espejo retrovisor, las semejanzas con la realidad venezolana del "siglo XXI".

La tragedia chilena terminó en 1988, con un Plebiscito Nacional que decidiría la permanencia de Pinochet en el poder hasta 1997. La oposición chilena, luego de 15 años de humillaciones, desapariciones y errores, logró armar el bloque llamado "Concertación", el cual abogaba por el NO.

A continuación, la propaganda utilizada por la oposición en aquel entonces a favor del NO:

Una emotiva demostración de la fuerza que los unía a finales de los ochenta: un Chile que ya empezaba a mirar al año 2000. De paso, una clase magistral de lo que es un caso exitoso de propaganda.

La sombra de Pinochet, que no es otra cosa que la sombra del mal, aún ronda a Chile y a otros países de América Latina. Pinochet representa el "todo siempre puede ser peor" en clave política. El mejor argumento para que personajes como Chávez, Correa, Castro, Morales y demás personajes conocidos se perpetúen en el poder.

No debe ser casualidad que la enseña del Escudo Nacional y el lema patrio de Chile sea "Por la razón o la fuerza"... nunca falta quien se crea ungido por la Providencia para hacer realidad toda la parafernalia histórica que acostumbra a acompañar a nuestras patrias.

¡NUNCA MÁS otro Pinochet!

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