¡Viaducto listo!... pero el puente sigue roto


Bueno... lo primero que debo decir es que no me fue fácil conseguir una foto más o menos decente en internet sobre el nuevo Viaducto de la Autopista Caracas - La Guaira.

Contrario a lo que pensaba, que iba a encontrar muchas fotos disponibles, lo que vi en las principales páginas de información (incluyendo las gobierneras, claro), eran imágenes de Chávez recorriendo el lugar en carro o el viaducto lleno del sangriento color rojo de las franelas y gorras bolivarianas que iban a hacerle barra al regordete presidente. Por cierto, me sorprendió que no llegara en bicicleta.

Supongo que son cosas del discurso narcisista (o narcisista-leninista, como agudamente escribe Andrés Oppenheimer), al que nos tiene acostumbrado el oficialismo: siendo que el protagonista de la jornada de ayer era el Viaducto, terminó el regordete presidente estampado en casi todas las fotos.

Pero ni modo. El Viaducto está listo. Y no es necesario restregar en la cara de nadie la culminación de la obra, pues más que un favor era una deuda que tenía el Gobierno principalmente con los habitantes de Caracas y el Estado Vargas que hacen vida a ambos lados del Viaducto.

Pero, lamentablemente, el puente sigue roto. Seguimos siendo la metáfora del desplome, a pesar de quienes intentan tender cuerditas cuando lo que se necesita es una obra colosal (pero no imposible, al contrario).

Tan así, que ni siquiera el regordete presidente pudo hacer su show inaugural, que seguramente estaba previsto. Sus seguidores, o apenas quienes viven por la zona, se lanzaron a pedir casas y la resolución de tantos problemas que los aquejan.

¡Hay que ser pobre de espíritu para pedir una casa cuando estamos empeñados en hacer una revolución! ¡Malagradecidos! ... debe ser el pensamiento de quien se monta en un helicóptero para escapar de la mancha roja que se abalanzaba amenazadoramente sobre su majestad en son de petición.

Una lástima que todo lo público (y mucho de lo privado) en el país esté distorsionado con el lente del "puenterrotismo" que nos sigue carcomiendo a un ritmo lo suficientemente rápido como para disolvernos en menos de lo que canta un gallo, pero lo suficientemente lento como para que no percibamos los puntos de quiebre que van ocurriendo de manera "subterránea".

Dios nos proteja.

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