Fracturas y Símbolos

Es difícil escribir sobre temas tan cargados de sensibilidad y tan propensos a revolver emociones de todo tipo.

Los acontecimientos que ocurrieron hoy en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador de Caracas dejan un amargo sabor que, por desgracia, ya no nos es desconocido. De nuevo, los gritos, insultos, golpes, explosiones y heridos hicieron acto de presencia en esa "casa de estudios".



Los venezolanos mostramos una vez más nuestra poca o nula disposición a hacer política. Al contrario de lo que muchas personas piensan, este "proceso revolucionario" ha hecho el mayor de los esfuerzos no solo por apuntalar en el poder a Chávez sino también por despolitizar a los venezolanos.

Política no es solo leer o hablar de los hechos del día; hacer política es ser capaz de elaborar ideas, polemizar, discutirlas, debatir y llegar a acuerdos mínimos para actuar en consecuencia. La permanente confrontación a la que hemos sido expuestos desde hace una década ha tenido dos resultados: el miedo a expresar - o siquiera a elaborar - ideas diferentes y la radicalización de los discursos que apenas se escuchan (van quedando las voces que más gritan). Así, una nación se "despolitiza". Así, se pierde la noción de participar activamente y se dejan en pocas manos las posibles soluciones. Todo un círculo vicioso.

Adicionalmente, el Presidente Chávez ha dejado ver en infinidad de oportunidades un rasgo bastante preocupante para un Jefe de Estado: su extrema dificultad para articular un discurso político, en el que las ideas nombren a una realidad en vez de convertirse las palabras per se en la realidad. Se que no es fácil de entender, pero para el Presidente sus palabras son actos, es decir, el pensamiento como función primordial de la psique no hace su necesaria labor de procesamiento de los hechos para convertirlos en ideas.

Lo peor es que sus colaboradores perpetúan el trastorno al intentar permanentemente torcer la realidad a las palabras del Presidente. ¿Acaso no recuerdan aquello de "si el Presidente dice que no hay carta es que no hay carta"? ¿Es que cuando se dice "no pasarán" realmente no se sacan palos, piedras y balas para que no pasen?

El chavismo tampoco cree en símbolos. Algunos antecedentes: la Plaza Francia de Altamira tomada por los revolucionarios como una conquista del territorio enemigo. La Vírgen de la Plaza Altamira descabezada por fanáticos adoradores del chavismo. Una bandera de Venezuela quemada en los Valles del Tuy porque formaba parte de una tarima opositora.

En menos de una semana, miembros del chavismo (William Lara primero y los "estudiantes" del Pedagógico después) han conminado al Arzobispo de Caracas, Cardenal Jorge Urosa Savino, y al líder de los estudiantes universitarios Yon Goicoechea a que "se despojen" de sus investiduras respectivas.

En el caso del Cardenal Urosa, William Lara dijo: "Para seguir actuando como vocero del oposicionismo, Jorge Urosa debe abstenerse de usar el Cristo, la cruz y la vestimenta de sacerdote en sus alocuciones propagandísticas contra la reforma constitucional". Hoy, Yon Goicoechea fue conminado a que se quitara la franela que llevaba porque "le quedaba grande" la figura del Ché Guevara con una boina que tiene el logo de Globovisión (franela que venden muchos buhoneros, algunos de ellos adictos a la revolución).

Hacer un chiste sobre esa extraña petición de que "se despojen de sus investiduras" sería demasiado fácil. Esos dos hechos, aparentemente inconexos, banales, tienen mucho significado. El símbolo es una carga demasiado poderosa, pesada para quienes profesan el chavismo como única religión. No me burlo al decir que es algo así como cuando a Drácula le sacan un collar de ajos o como cuando le echan agua bendita a algún poseído por un "mal espíritu". El símbolo, sea cual sea, un pedazo de territorio, algún color, algún nombre, alguna camisa, cualquier símbolo puede tener un sentido demasiado poderoso "afuera" de los fanáticos, porque sencillamente no pueden internalizar el símbolo, no pueden poseerlo y por eso prefieren destruirlo.

Eso no hace sino empeorar las cosas desde mi punto de vista. Lo que estamos viendo y viviendo como profundización de la crisis política es, ni más ni menos, la profundización de la crisis psíquica colectiva que estamos padeciendo. Por arrastre, la otra cara de la moneda de la crisis, también sufre del mismo mal. Cada vez es más difícil argumentar frente a la violencia, frente a las ganas de golpearnos o de herirnos. Y hechos como la marcha estudiantil del martes 23 y la actuación de la nefasta e ilegítima Asamblea Nacional no ayudan en lo más mínimo. Cada día, una burla adicional.
La fractura del tabique nasal de Yon Goicoechea a raíz de los golpes recibidos a la salida del Pedagógico es solo una lamentable expresión de la fractura que recorre el país de arriba a abajo, de norte a sur y de este a oeste. Lamento mucho lo ocurrido, por todo lo que significa. Es una cara más de las tantas agresiones que se vienen sucediendo con una frecuencia peligrosa. El odio nos está arrasando por dentro y pareciera que no hay quien lo detenga.


Es demasiado triste, por no decir paradójico, que sea en una universidad que ocurran todas estas cosas. Peor aún, que sea en una Universidad Pedagógica, donde se supone que se están formando los docentes del mañana. ¡Si los docentes y profesionales del mañana no pueden discutir abiertamente sobre el país que quieren, pues sencillamente NOS JODIMOS!

Un país donde un joven no mayor de 25 años (por más que la suya sea una actitud aislada) es capaz de encarar, insultar y vejar públicamente a un anciano de 85 años (Pompeyo Márquez), aunque creamos o no en él, es un país que SE JODIÓ.

Un país donde quienes salen a defender nuestros derechos son los jóvenes estudiantes y los venerables ancianos, mientras nosotros los adultos estamos "en otra", es un país que SE JODIÓ.

Lamento decirlo así, pero ese es el sentimiento que tengo.

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