La verdad es que el pozo donde nos estamos hundiendo los venezolanos pareciera no tener fin. Los valores, las costumbres, las ceremonias, todo se ha trastocado, todo ha sido intoxicado con el virus de la disolución social.
Ni los curas se salvan. Y, peor aún, es que desde afuera nos hagan ver que lo que ya nos parece normal es en verdad una profunda perversión, sin precedentes en nuestra historia.
Así estamos.
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