"El regalo de un libro, además de obsequio, es un delicado elogio"
(Anónimo)
Los libros tienen una vida secreta, cosa que tal vez pueda sonar extraña. De hecho, lo sorprendente no es que sea "secreta" sino que se diga que tienen una "vida". Empecemos pues definiendo o delimitando a qué me refiero con la palabra vida.
La Vida, como todo concepto gaseoso, puede reinventarse hasta el infinito. Vida, entonces, es todo aquello que puede generar, mantener, prolongar y enriquecer a cualquier otra vida.
Los libros, como poseedores de ese don de la vida, son capaces de perpetuar ideas en cientos de páginas, miles de párrafos y decenas de miles de letras. Son producto de la vida y, a veces, razón de ser de ella. Un buen libro es una conversación constante con quien lee, una historia que se entreteje con las muchas historias que cada quien ha vivido. Para llegar a ser uno de los buenos, los libros entienden la necesidad de tocar algunas fibras y satisfacer necesidades de quien los lee.
Una de las cosas que más me apasionan de los libros es su capacidad de escoger, atributo que los convierte prácticamente en una entidad humana (al menos humanizada). Los libros nos escogen, no tengo ninguna duda. Un buen libro lo es cuando nuestra alma y nuestra mente están preparadas para abordarlo, para incorporarlo... y eso no hay forma de saberlo antes de agarrar el libro y leerlo... por eso creo que ellos sí lo saben y nos escogen.
Cuando es forzada la escogencia (es decir, cuando creemos que somos los que tenemos el control y los escogemos), pronto vemos el común espectáculo del libro abandonado en el prólogo o en medio de su tercer capítulo. Y, aunque insistimos en creer que somos quienes los dejamos, más bien creo que son ellos quienes discretamente se apartan, sin alborotos, con pocas resistencias, ocultándose progresivamente entre montañas de otros libros o revistas o debajo de la ropa que se apila en medio de la silla distraída. Es la nobleza de quien sabe cuándo y cómo retirarse.
"Ante ciertos libros, uno se pregunta: ¿quién los leerá? Y ante ciertas personas uno se pregunta: ¿qué leerán? Y al fin, libros y personas se encuentran" (André Gide)
Los libros saben cómo escogernos, llegan a nosotros de formas no esperadas. No sólo nos sorprenden en la librería, también nos pueden encontrar en la biblioteca olvidada de la familia (aquella que has visto toda la vida, sin saber que ella también te ha estado viendo), te llegan de la mano amorosa de un regalo o del préstamo de aquel amigo de siempre.
Nos enamoran, nos llaman. A veces, pasan años buscándonos hasta que por fin dan con nosotros... y se produce el encuentro mágico, aquel encuentro en que las palabras y las imagenes del libro encuentran eco y alojamiento seguro en la mente, alma y corazón de quien lo lee.
¿Cómo explicar el caso de aquel libro que nos marcó la vida hace muchísimos años y que hoy en día, al releerlo, nos confunde con su opacidad? Ese es el libro que marcó un camino, señaló una ruta. Es el libro que cumplió su misión de vida y que por eso se ganó su espacio en la memoria. Es el que nos permitió crecer cuando a lo mejor más lo necesitábamos.
¿Y qué decir de aquel libro que, siendo más nuestro que nunca, fácilmente lo dejamos perder en manos ajenas? Son los libros que necesitan recorrer otras miradas, nutrir otras almas o enseñar otras mentes. Para esos libros, nos convertimos en trampolín de quien siempre fue su verdadero destinatario.
¿Quién no ha sido retado por un libro? Hay libros que sencillamente se niegan a ser leídos en determinados tiempos, que cierran sus páginas, revuelven sus párrafos y oscurecen su sentido porque no es el momento de leerlos. Hay otros que se encubren en un manto de indescifrable conocimiento nada más por miedo a ser leídos (así son los libros tímidos)
Al ser expresión de vida, son capaces de generarla y de llevarla al máximo. Por ello, el leve rumor que recorre las librerías, bibliotecas, puestos de venta en la calle y demás sitios de venta, no es más que el susurro hipnotizante, a decibeles casi inaudibles, de aquellos libros que están en trance de llamarnos y escogernos.
"Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído" (Jorge Luis Borges)
Cuando veo una librería abarrotada, me imagino (mi imaginación puede ser muy activa), a los libros sonriendo en su aparente descanso de estantería. ¡Y es que hay quienes todavía hoy creen que están allí escogiendo!
Imagen (o imaginación) del futuro: Dios quiera que, algún día, pueda vivir esta imagen en mi casa... mi hija, tratando de alcanzar un libro que sin dudas la ha escogido!