Expulsiones y exclusiones: la banalidad de la política chavista

I

En 1960, después de quince años del fin de la Segunda Guerra Mundial, fue capturado en Argentina por fuerzas israelíes, Adolf Eichmann, uno de los principales dirigentes y colaboradores del gobierno nazi. Acusado de ser responsable del exterminio de los judíos en la enloquecida Alemania de Hitler, Eichmann fue condenado a muerte luego de un juicio en Jerusalén.

Durante el juicio, la filósofa y escritora Hannah Arendt estuvo presente. Para su sorpresa de muchos, en el juicio no vieron al "monstruo" que aniquiló a miles de seres humanos...

".... (Arendt) quedó sorprendida por la nimiedad y las escasas dotes intelectuales del hombre que pasaba por ser el mayor asesino de Europa. Señaló ademas, que las acciones de Eichmann bien pudieron haber sido fruto de la sujeción de la cual es victima un individuo dentro de un regimen totalitarista..."
Evidentemente, su teoría causó polémica: ¿cómo una judía podía justificar de esa manera a uno de los peores asesinos de la historia? ¿cómo puede haber banalidad en un ser al que se le atribuye un grado de perversión e inteligencia más allá de lo normal?

Durante el juicio, el acusado Eichmann dijo:

"No perseguí a los judíos con avidez ni con placer. Fue el gobierno quien lo hizo. La persecución, por otra parte, sólo podía decidirla un gobierno, pero en ningún caso yo. Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia. En aquella época era exigida la obediencia, tal como lo fue más tarde de los subalternos".


II

Según Juan Nuño, la banalidad o trivialidad del mal a la que aludía Arendt, iba mucho más allá de la "cara de personas normales" que pudieran haber tenido esos asesinos. Arendt se refería a la burocratización del Estado, que da pie a que los ciudadanos se conviertan en funcionarios con mentalidades dóciles y obedientes, que un día puede hacer una cosa y mañana otra.
"... La trivialidad no está en las gentes, sino en el sistema y en el tipo de vida que el sistema desarrolla y en el tipo de actividad que realizan los hombres en semejante sistema. Arendt comprueba que nuestra sociedad, como ya diagnosticara Max Weber, es una sociedad burocratizada; dentro de la cual puede ejecutarse cualquier acción con tal de organizarla debidamente a través de los canales administrativos rutinarios..."

Lo cual complica la "banalidad". Es decir, que en ciertos momentos las sociedades pueden llegar a extremos inaceptables sin "darse cuenta" de lo que están haciendo, o sin hacer las respectivas valoraciones morales que puedan corregir las cosas que ocurren.

III

Todo ésto viene a cuento por el rush de acontecimientos políticos que estamos viviendo desde hace varias semanas en Venezuela y la apatía con que los recibimos la mayoría de venezolanos, mientras que los funcionarios de gobierno radicalizan sus declaraciones y comportamientos, llegando a extremos en algunos casos criminales.

Ya no le paramos a las bravuconadas de Chávez, sólo lo hacemos cuando sube los decibeles un poco y comete alguna barbaridad: léase, insultos a otras naciones, expulsiones de funcionarios extranjeros, arengar a las masas contra venezolanos. Eso sin hablar de las criminales declaraciones de gente como Diosdado Cabello; Freddy Bernal y Aristóbulo Istúriz, quienes deberían ser enjuiciados por incitación al odio.

Nos amenazan con quemarnos vivos y no pasa nada. Nadie lo cree. Nadie cree que Cabello; Bernal o Istúriz tengan valor para quemar vivo a otro. Porque son cobardes, claro. Pero olvidamos que ellos no son los ejecutores; ellos tienen sus "brazos operativos" que bien harían el trabajito sucio -o caliente, en este caso-. Por unos bolívares o por unos dólares, más de uno haría lo que sea contra el prójimo antichavista.

Uno no puede imaginarse a estos tipos arengando, gritando, desafiando a la ley, el día que sean capturados y enjuiciados. Uno puede imaginarse a estos tres con caritas de perro regañado, hablando de la bondad y calidad humana de su Líder y culpando a Alberto Federico Ravell de haberlos instigado y amenazado a declarar esas cosas.

Tampoco me imagino a Antonini; Durán; Kauffman y Maionica al frente de una marcha chavista rodeando el Palacio de Miraflores para defender a su presidente.

No creemos en ninguno de esos señores, lo cual incluye a José Vicente Rangel; Jessy Chacón; Ramón Carrizales; Rangel Silva y muchos más. Ni tampoco creemos en las señoras de la revolución: Cilia Flores; Desiree Santos Amaral; Luisa Ortega; Luisa Estela Díaz; entre muchas otras.

Nada nos sorprende (salvo las estridencias y extravagancias que, de tan seguidas, dejan de serlo). Nada nos mueve... pero en esa infinita operación de disolución de las fronteras del peligro, hemos quedado desnudos y completamente expuestos a la cruda realidad: una espantosa crisis financiera que se cierne sobre el país; el desborde impune de la delincuencia; la baja predecible de los precios del petróleo; el desmantelamiento del sector productivo; la anarquía legal y la represión de un Estado que se escudó en leyes para violentar los derechos fundamentales.

La sobre-exposición mediática del tema del golpe de Estado y el supuesto magnicidio lo que hacen es inundar hasta la saturación los sentidos de los venezolanos. Y si en la otra acera lo que hacemos es hablar de elecciones como la panacea para la salud de la patria, asistimos a un país quebrado en tres pedazos:
  • La chavista irreductible, que se quedará pegada a la ubre de Chávez hasta el fin de los tiempos.

  • La antichavista irreductible, que irá a votar en noviembre y en todos los noviembres y diciembres que proponga el chavismo hasta el fin de los tiempos.

  • La mayoría, la que sufre la increíble banalidad de quien dice que nos quiere quemar vivos pero no se atreve a hacerlo por su cuenta, y la banalidad de quien insiste en el voto como el arma contra el incendio que nos están prometiendo.
Ni siquiera se si hablamos de banalidad del mal o del mal de la banalización.

Las expulsiones del embajador de Estados Unidos y del director de Human Right Watch no hacen sino alimentar la idea radical de que excluir y demonizar al que piensa diferente es lo correcto y patriótico, mientras que los que son clones de Chávez (léase Evo Morales; Correa o Daniel Ortega) prácticamente son hermanos de sangre que no deben ser tocados. Lo cual da carta blanca para hablar y meterse en problemas ajenos.

Las alarmas deben estar encendidas... si no actuamos ya, el día de mañana nos tocará barrer las cenizas de lo que quede.

Así estamos.

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