El "mal querido"

Chávez nos ha entrampado en sus constantes y profundas inseguridades, asaltos de baja autoestima política -si acaso tal cosa existiese- y en su necesidad abrumadora de ser querido.

Desde 1998, hemos sido sometidos como país a darle muestras de amor al presidente:

  • 1998: elección presidencial.
  • 1999: referendum para la aprobación de una Asamblea Constituyente
  • 1999: elecciones de diputados para la Asamblea Constituyente
  • 1999: referendum aprobatorio para la nueva Constitución
  • 2000: elección presidencial, con base en la nueva Constitución
  • 2004: referendum revocatorio presidencial
  • 2004: elecciones regionales
  • 2005: elecciones parlamentarias, municipales y parroquiales
  • 2006: elección presidencial
  • 2007: referendum para la reforma constitucional
  • 2008: elecciones regionales
  • 2009: referendum para la enmienda constitucional
En cada una de esas elecciones, el comandante de comandantes nos ha invitado a declararle nuestro amor incondicional. Todas esas elecciones, el comandante se las ha agarrado para sí mismo, como si en ellas se les fuese la vida. Como si ese día se acabara todo.

Lo que quiere decir que en diez años prácticamente hemos tenido doce elecciones presidenciales. Doce veces hemos sido forzados a declararle amor al presidente.

Si yo pudiera borrar su vida la borraría
aunque quisiera también así borrar la mía
al conocerla nunca creí lo que decían
pobre de mí porque al quererla me malquería

Esto es francamente patético. Nuestro presidente nos ha impuesto una ranchera como programa de gobierno, como proyecto de país. Nuestro "mal querido" siempre pide más, siempre está insatisfecho, no puede controlar la gula de poder que corroe sus venas y petrifica sus más recónditos pensamientos.

Soy mal querido por la mujer que yo más quiero
y esa mujer vive conmigo queriendo a otro
he mantenido cuerpo y alma en un infierno
soy malquerido pero dejarla por Dios no puedo

Se la pasa diciéndonos que nos ama, que todo lo hace por nosotros -o por quien él considere "nosotros"-. Y probablemente, en el secreto del minuto antes de dormir, en el enjambre de ideas que atraviesan su cabeza a diario, debe correr el pensamiento de que somos unos malagradecidos. Que no nos merecíamos a Bolívar y tampoco nos lo merecemos a él. Que no le hemos pagado con suficiente amor, traducido convenientemente en votos.

Por eso, las dos últimas elecciones, referendum por la reforma y elecciones regionales, deben haber significado una herida grave en la estima propia: las primeras pruebas reales de que ya no lo quieren tanto... por eso nos ha exigido más y más amor, porque ha negado la realidad y está buscando evidencias contrarias a esa realidad ("claro que me quieren, lo que pasa es que no lo saben").

Este referendum del 15 de febrero es otra de esas pruebas de amor que necesita el comandante. Si le decimos que NO, nos exigirá más y más. Nos "castigará". Nos "echará una vaina". Pero no se va a quedar quieto mientras el desamor lo corroe y se va hundiendo en sus propias miserias.

Es lo malo de ser un "malquerido", la necesidad desesperante de ser algo para ese "Otro" que nos rechaza.

Ay qué agonía pobre de mí ser mal querido
aún así de noche y día vive conmigo


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