El chavismo está radicalizado.
Desde el sábado 22, se han despertado -mejor dicho, exasperado- los demonios paranoicos que controlan a los que nos gobiernan.
Por un lado, el presidente y el "alto gobierno" (los que ayer decíamos que están arriba) están jugando a distraer al resto del planeta con una supuesta guerra con Colombia, mientras que los funcionarios menores -policías, jueces, guardias nacionales, diputados- tienen la tarea de patear lo que queda de tablero institucional.
La jugada está clara: Chávez habla de guerra con Colombia, los medios internacionales se ocupan de las tensiones fronterizas y el apresto militar de cada uno de los países. Así, desvían la mirada ante la operación de aniquilación del movimiento opositor.
Hoy han apresado a doce trabajadores de la Alcaldía Metropolitana (Caracas), por protestar frente al Tribunal Supremo de Justicia; también han apresado al Prefecto de Caracas, Richard Blanco, y han apresado a otras nueve personas por protestar en Mérida.
Esta mañana, también fue detenido David Pérez Hansen, periodista y director de prensa de la Alcaldía Metropolitana, y fue agredido por la policía un equipo de trabajo de RCTV en Mérida.
Simultáneamente, la Fiscalía General de la República tiene abiertos expedientes contra dirigentes de la oposición como Delsa Solórzano y José Luis Farías (dirigentes de Un Nuevo Tiempo); se solicita la inhabilitación política del gobernador de Miranda Henrique Capriles Radonski (del partido Primero Justicia) y se habla de una nueva investigación contra Leopoldo López, también de UNT.
Se destaparon las ansias represoras y persecutorias del chavismo radical. Mientras eso ocurre, el gobierno pinta guerras a la comunidad internacional, la misma que le aplaude el teatro con el pretexto de no alterar al delicado tío de los bolsillos repletos (en mi época decíamos "delicagado").
Así estamos.
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