Crisis con Colombia

En el marco de la nueva pataleta (crisis) del presidente venezolano con el presidente colombiano, hubo algunas reacciones importantes. La mayoría de venezolanos, acostumbrados a los numeritos del desequilibrado presidente, ya no le paramos mucho al asunto.

Pero a los venezolanos y colombianos que viven en la extensa frontera sí les interesa el tema, peor aún, les hace un daño considerable.

No sólo a ellos, también quienes viven del comercio entre ambos países se ven dramáticamente afectados: quienes hacen manufactura, quienes trabajan en el campo, quienes importan o exportan, quienes consumen... todos nos vemos afectados por las crisis presidenciales.

Sin embargo, estamos claros en que es un asunto que va más allá de lo comercial. No sólo comercio respiran los países, también hay demasiados lazos afectivos y compenetración social entre los dos como para dejarlo pasar debajo de la mesa. Colombia y Venezuela no sólo son países fronterizos, sino que compartimos una historia entrelazada desde hace doscientos años. Los vapores de la guerra de Independencia nos unieron pero también nos separaron por siempre.

La Gran Colombia, aquel paroxismo utópico de Simón Bolívar, no encontró eco en los extensos territorios que pretendía abarcarse bajo la misma conducción política.

Colombia y Venezuela comparten costumbres, vivencias, historias y familias. La cantidad de venezolanos en Colombia y de colombianos en Venezuela no es como para hacerse la vista gorda.

Dicen, no me consta, que hay barriadas en Caracas exclusivas de colombianos, con banderas de Colombia y todos los símbolos del país vecino. Lo cierto es que muchos caraqueños hablan de estas cosas como un hecho real, lo que da cuenta de la importancia que tiene la comunidad colombiana en nuestro país.

No es lo mismo con Brasil, con quien también compartimos frontera. La vida común entre brasileños y venezolanos es de muy reciente data y poco compartimos más allá de lo comercial.

Cuando Chávez se destapa y prende la regadera de insultos contra Colombia, las instituciones colombianas, funcionarios colombianos o el presidente de ese país, obviamente no puede caer bien a nadie. Ni aquí ni allá. La táctica de dividirnos entre buenos y malos, entre oligarcas y los demás, no funciona más. Ni aquí ni allá.

Por todo esto, es interesante analizar lo que ha ocurrido los últimos días, luego de que Colombia y Suecia pidieran explicaciones a Venezuela del por qué aparecen en manos de las FARC armas vendidas por Suecia a las Fuerzas Armadas de Venezuela.

En BBC Mundo hay una detallada cronología de las diferencias en las relaciones diplomáticas de ambos gobiernos: http://bit.ly/2fDs0k

En esta última crisis, Chávez decide -en vivo y directo, en esa manía de hacer de la diplomacia un reality show- revisar las relaciones con Colombia a partir de la decisión de ese país de ampliar la alianza militar con Estados Unidos. Luego, Chávez anuncia que comprará más armas a Rusia. Un par de días después, Colombia y Suecia piden explicaciones a Venezuela por lo de las armas en manos de las FARC. Chávez decide traerse al embajador en Bogotá mientras se desata en insultos a Uribe.

Sorpresivamente, hace un par de días, el ex-presidente colombiano Ernesto Samper visitó el Palacio de Miraflores. Sorpresivamente, no salió insultado por el presidente Chávez.

Tal vez Chávez lo recibió pensando en que con él podía descargar su furia antiuribista, sin acordarse que Samper, antes que nada, es colombiano (aquí, muchos son primero chavistas y después venezolanos).

Pero hay otros datos más curiosos.

Ernesto Samper era el presidente constitucional de Colombia (1994-1998) cuando ocurrió uno de los hechos más sangrientos y arteros cometidos contra Venezuela: el ataque del ELN al puesto fronterizo de Cararabo, donde fueron asesinados varios oficiales venezolanos. Como la "masacre de Cararabo" fue conocido ese suceso.

En ese momento (1995), el hoy presidente venezolano estaba saboreando nuevamente la libertad, luego del indulto dado por el presidente Rafael Caldera (1993-1998), tras el golpe de Estado de 1992.

Chávez fue acusado de tener participación en el hecho. Y esa acusación tan seria provino de, nada más y nada menos, el presidente Samper... el mismito que fue recibido por Chávez en Miraflores.

¿Alguien entiende algo?

Pareciera que Samper vino a traer un mensaje de Uribe, más que a oír quejas e insultos de Chávez.

Raudo y veloz, al día siguiente se montó un sainete a medianoche con la senadora (desayunadora y almorzadora, como le dicen por acá) Piedad Córdoba, comodín de Chávez en su batalla personal contra Uribe.

Esa medianoche, en vivo y directo, en otro capítulo del reality show diplomático, Chávez ordena a su embajador regresar a Bogotá (para trabajar!).

¿Qué pasó? nadie sabe, nadie supo.

Además, ayer el presidente dio una entrevista a RCN Colombia como parte de los esfuerzos por suavizar las vainas. ¿Por qué?

¿Qué le habrá dicho Samper? ¿Qué le habrá dicho Piedad Córdoba? Todo esto, mientras Uribe recorría la América del Sur en una gira relámpago de dos días.

Seguimos analizando.

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