En medio de violentas protestas en Tegucigalpa, transcurre el segundo día después del golpe de Estado perpetrado ayer contra el presidente Manuel Zelaya.
La situación en Honduras es altamente crítica. Hay dos bandos claramente diferenciados en la disputa: los que abogan por el retorno inmediato a la presidencia de Zelaya, diciendo que hubo golpe de Estado, y los que argumentan la constitucionalidad del acto.
Hay una realidad: el presidente fue sacado a la fuerza de su casa y montado en un avión rumbo a Costa Rica. Eso, objetivamente, configura un golpe de Estado. Por más que haya habido una orden judicial, no era necesario el uso de la fuerza y la expatriación de Zelaya. Si el presidente había cometido algún delito, lo justo era destituirlo formalmente y abrirle juicio.
La percepción es que hubo un golpe militar que luego fue justificado por las distintas fuerzas políticas del país. Una justificación "ex-post-facto", es decir, luego de ocurridos los eventos. Muy parecido, cabe señalar, a lo ocurrido en Ecuador en 2004, cuando fue depuesto el presidente Lucio Gutiérrez en medio de una crisis política.
Eso justifica la reacción de la comunidad internacional. El exceso y el abuso de fuerzas militares para cumplir una orden legal. Y tienen razón, dejar pasar eso es abrir la puerta para que ocurra en todos los países latinoamericanos inestables.
Ahora bien, la sobre-reacción que han tenido ciertos gobiernos como Venezuela, Nicaragua y Ecuador deja abierta la puerta a cualquier conjetura. La desproporción en la reacción del presidente Chávez es irritante para cualquiera que pretenda ver el hecho con cierta distancia.
Nada justifica las amenazas militares contra Honduras, aunque pretenda decir que no es contra el pueblo sino contra el dictador... pero ese "dictador" está en suelo hondureño y hasta nuevo aviso controla la institucionalidad del Estado.
No hay justificación para la andanada de insultos. Eso sólo revela un severo y prácticamente irreversible desajuste emocional en el presidente venezolano. Verlo jadear y respirar con dificultad mientras pegaba gritos contra Roberto Micheletti (presidente encargado), no sólo es denigrante sino que nos habla de un cuadro clínico a punto de colapso.
Por lo que parece, el chavismo no ha podido superar aún su trauma 11-13 de abril de 2002. Todo es medido con ese rasero. El tonito usado por Roy Chaderton en la OEA ayer era de reclamo (como cuando el marido puso cuernos hace 10 años y todavía se lo sacan en cara). Se abomina a la OEA pero se le exige que devuelva a Zelaya al mando ya.
Es innecesario el circo del ALBA. Esa reunión a medianoche, atropellada, sin más agenda que las vísceras, habla muy mal de los gobiernos asistentes. El ALBA no es una institución con poder político como para torcer la voluntad de nadie en el continente.
Pero la OEA, la ONU y la SICA (Sistema de Integración CentroAmericana), esos grupos sí tienen poder de convocatoria y de presión real. Mientras los países del ALBA anuncian el retiro de sus embajadores, los países centroamericanos de SICA decidieron aislar económica y políticamente a Honduras.
Lo otro que no puede dejarse de lado es la pobre actuación de Zelaya, el depuesto presidente. En una actuación rocambolesca, el presidente se presentó ayer en una rueda de prensa en Costa Rica con su pijama puesto, como para que le creyeran que lo sacaron de la cama sin chance de nada. Un presidente debe darse su puesto y hacerse respetar. Porque el respeto hacia él redundará en un respeto hacia su país.
Pero la pijama es el más pequeño de sus problemas. Las reiteradas violaciones a la ley en que incurrió el presidente Zelaya no pueden dejarse de lado en ningún análisis. La intención de hacer una consulta refrendaria que no estaba reglamentada, la desobediencia al poder legislativo y judicial, además de la crisis militar, configuraron el cuadro que se desencadenó ayer.
Si la presión internacional logra que vuelva Zelaya no podrá gobernar los meses que le quedan. Esa es otra realidad que no se puede dejar de lado. ¿Cómo gobernar en un país en esa tamaña crisis política? De ninguna manera va a tener el control del país. El mismo Congreso que ayer lo destituyó puede volver a destituirlo, y seguiría siendo legal el asunto.
¿Quién se atreve a poner las manos en el fuego por una vuelta pacífica de Zelaya? Creo que pocos... a menos que quieran ensangrentar a Honduras, la vuelta de Zelaya se hace cuesta arriba.
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