Durante la tarde de hoy hemos visto desde La Habana, desde la llamada Plaza de la Revolución, el megaconcierto impulsado por dos grandes artistas: Juanes y Miguel Bosé. En realidad hay muchos otros buenos artistas participando (Olga Tañón; Silvio Rodríguez; Jovanotti, entre otros), pero Juanes y Bosé son los grandes protagonistas.
Un concierto sin banderas políticas pero inevitablemente contaminado por las pasiones fidelistas y antifidelistas. Porque en este tema, como en tantos otros de la actualidad política de América Latina, no es posible "caminar sobre las aguas" sin salir salpicado de algun lado.
Debo reconocer que esta iniciativa, al igual que la de la frontera entre Colombia y Venezuela, me deja sentimientos encontrados.
Por un lado, es maravilloso que cualquier persona, de cualquier parte del planeta, tenga la oportunidad de disfrutar del arte en cualquiera de sus formas. Eso es parte de lo que nos hace humanos, el compartir y disfrutar los productos culturales.
Por el otro lado, lo que me molesta es el oportunismo que hay detrás de ambas iniciativas. Porque nadie puede negar el olfato político-comercial que tiene Juanes. Una especie de "comeflorismo del siglo XXI". Pero esta estrategia de "good will", de estar por encima de todo, no puede hacerse a costa de causas que han traído tanto sufrimiento a nuestros pueblos.
Obviamente, el planeta entero está aplaudiendo esta iniciativa histórica. El espíritu de los tiempos lo aclama y lo permite. Además, las FARC están contra la pared y la revolución cubana está de capa caída. Hace 20 años hubiese sido impensable ir a La Habana a hacer esto. Hace 30 años ni pensar en irse a una selva en Colombia o tan sólo a la frontera a cantar.
Hace 30 años ir a cantar al Muro que dividía a Berlín era tener bien puesto un par de cojones. Hoy, para cantar en La Habana no se necesitan cojones sino dólares. Era inevitable para el gobierno ese concierto y no es ningún acto de valentía.
Juanes se ganaría más mi respeto si se atreve -por ejemplo- a dar un concierto a los latinos inmigrantes en la frontera entre México y Estados Unidos sin que se los cargue la policía de fronteras. O en la frontera entre Bolivia y Chile. O en Cochabamba, convocando a cruceños y paceños. Entre tantos otros lugares emblemáticos de nuestro continente (incluyendo nuestra Caracas).
Lo que es innegable y debemos darle todo el crédito del mundo a Juanes, es que por primera vez en cincuenta años La Habana escucha un mensaje de libertad, de paz, sin la amenaza retórica de los hermanos Castro. Ese mensaje llegó. Mil puntos por eso.
¡Que sigan los conciertos y actos culturales en La Habana y en todas las ciudades de nuestra América Latina!
Fronteras sin paz, concierto en La Habana
Etiquetas: América Latina, Caracas, Cuba, MúsicaEscrito por Néstor a la/s 5:53 p. m.
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