El lenguaje no es inocente. El uso y combinación de palabras en un discurso, un texto o una conversación generalmente sigue una intención -buena o mala, no importa-.
El lenguaje, el verbo, es como un río subterráneo, que no necesariamente se ve pero que tiene una fuerza y dirección única.
Por eso, el análisis de discurso de los actores sociales, políticos, económicos, comunitarios, familiares, etc., tiene un significado importante: nos permite descubrir ese mar de fondo que no siempre salta a la vista.
Nuestra Venezuela no escapa a esta situación. Así, vemos con preocupación cómo cada vez hay menos espacio para el verbo constructivo, unificador, para darle paso a lo disolvente y destructivo.
De aquí en adelante, cada vez que hablemos de "verbo disolvente", veremos ejemplos cotidianos y reales de ese lenguaje y sus consecuencias.
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