Hay dos batallas que Chávez no ha podido ganar: la batalla real, la de verdad, la de cañonazos y plomo comenzada el 4 de febrero de 1992 y la batalla imaginaria que sostiene contra los medios de comunicación (nacionales e internacionales).
En ambas batallas ha salido mal parado: en la batalla real se rindió (dos veces); y en la batalla imaginaria no ha encontrado la forma de ganar.
Para remediar ambas situaciones, se ha propuesto llevarnos a los venezolanos a sus batallas. En la de plomo verdadero, hemos estado a punto de declararnos en guerra contra Colombia, Estados Unidos y Honduras. Por no hablar de la batalla diaria contra la delincuencia que el gobierno no ve en su propio patio.
En la de plomo imaginario, la conquista de los medios de comunicación es una de esas obsesiones del comandante que va a terminar mal. Cuando Chávez fue candidato y al principio de su gobierno, tuvo a los medios de comunicación privados a sus pies. Todos. Pero la luna de miel terminó cuando empezaron a quedar al descubierto los primeros impulsos represivos y dictatoriales del gobierno. Eso fue por el año 2000, cuidado si antes.
Esa batalla tuvo su climax el 10 y 11 de abril de 2002, cuando en medio de las impresionantes jornadas de paro y protestas contra el gobierno, las constantes cadenas gubernamentales fueron cortadas por los medios privados, en un importante acto de rebelión civil.
El 11 de abril, en medio de la mayor protesta civil que se recuerde en Venezuela, cuando cientos de miles de venezolanos iban camino al Palacio de Miraflores, se produjo la masacre que produjo decenas de muertos y casi 200 heridos. En ese momento, cuando la masacre estaba en su punto culminante, Chávez dió la órden de cortar las transmisiones de todos los canales de TV privados. Eso lo hizo en cadena nacional de radio y TV.
Esa misma noche, los canales de TV volvieron a sus transmisiones normales, mientras las instalaciones de Venezolana de Televisión (VTV) eran abandonadas por todos sus empleados, el presidente Chávez era expulsado del poder por su responsabilidad en la masacre.
A la vuelta de Chávez, la venganza contra los medios ya estaba jurada.
Desde entonces, se han incrementado los controles, fiscalizaciones, demandas, denuncias, persecuciones contra los medios de comunicación, sus dueños y trabajadores (especialmente periodistas). Ejemplos sobran:
- Los canales Venevisión y Televen fueron obligados a cambiar sus líneas editoriales contra el gobierno. Periodistas emblemáticos como Napoleón Bravo y Martha Colomina salieron producto de esa presión.
- Los canales que permanecieron con sus líneas editoriales contra el gobierno fueron RCTV y Globovisión. El primero de ellos, cerrado por órdenes de Chávez. El segundo, con todas las amenazas y presiones imaginables.
- Los periodistas Leocenis García y Gustavo Azócar están presos. La periodista Patricia Poleo en el exilio.
Ayer, la cumbre de la estupidez antimediática fue protagonizada por la Fiscal General Luisa Ortega Díaz, quien se presentó a la Asamblea Nacional para introducir un proyecto de Ley contra los delitos mediáticos. En realidad, según se enmendó la plana en la noche, la Fiscal sólo hizo algunos "aportes", no un proyecto de ley.
Llámese como se llame, el documento es bastante corto, pero desnuda claramente las intenciones del gobierno: http://bit.ly/imJSS
Esta batalla tampoco la ganará. Simplemente porque Chávez no puede vivir sin los medios libres que vivan criticándolo constantemente. No puede vivir sin esos medios que le permiten venderse como un "paladín antioligarca", como un pequeño David contra el inmenso Goliath mediático que lo quiere aplastar.
Aunque no lo crea, o tal vez no lo sepa (porque nadie se haya atrevido a decírselo), no hay Obamas ni Uribes que sustituyan en el rol de "enemigos" fabricados a los medios locales e internacionales.
Esa Ley será la tragedia de la Fiscal.
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