El pasado viernes -de nuevo un viernes- el Gobierno anunció la intervención a puertas cerradas de otra institución financiera: Banorte.
Voy a machacar con lo mismo: la crisis financiera no es ninguna tontería. Por más que el Gobierno, como es lógico, pretenda minimizarla. Recordemos que este año 2009 se han intervenido Stanford Bank Venezuela; Banco Industrial de Venezuela; Bolívar Banco; BanPro; Banco Confederado; Banco Canarias; Central Banco Universal; Baninvest; Banco Real y Banorte.
Y eso sin hablar de la espesa red que involucra a empresas de seguros y casas de bolsa, también involucradas -algunas- en ilícitos financieros.
Esto configura una crisis sin precedentes en esta década. El gobierno, a través del verbo incendiario del presidente, trató de meter a todos los bancos en el mismo incómodo saco de gatos, amenazándolos con una nacionalización colectiva.
Al prenderse las alarmas del sistema financiero y de los ahorristas, el presidente tuvo que recoger velas y retratarse en público con sus odiados banqueros tradicionales. Esos a quienes Chávez ha llamado oligarcas, ladrones, apátridas y demás linduras, esta vez sacaron las patas del paquidermo presidencial del espeso barro que amenazaba con tragárselo sin dejar rastros.
Por supuesto, el hecho de que Chávez se abrace con los dueños de bancos privados no quiere decir nada. Lejos de tranquilizar, según lo que hemos aprendido a lo largo de esta década infame, lo que hace es asustar. Ni los banqueros están cómodos sentados en las peroratas presidenciales en Miraflores, ni Miraflores los recibe con gusto.
No ha bastado la renuncia de Jesse Chacón ni el encarcelamiento de Arné Chacón para calmar la crisis. Todos sabemos que hay otras cabezas que deben rodar, mucho más cercanas al entorno presidencial.
Por cierto, ¿qué es de la vida de Diosdado Cabello? ¿de Rafael Ramírez? ¿de Adán Chávez? El único acusado que ha "acusado" el golpe -valga la redundancia-, es el insólito José Vicente Rangel, quien pretende seguir lanzando acusaciones a diestra y siniestra. Rangel no comprende que su reputación de periodista serio se quedó -como dice una vieja canción- con las seis primeras letras de esa palabra.
Faltan cabezas por rodar. El presidente ha querido hacerse el loco y el sorprendido ante toda la maraña de corrupción que se aparece ante los ojos de los venezolanos. Es inevitable para él salir salpicado. Es imposible caminar sobre las aguas podridas de la corrupción y no salir con algún olorcito pegado.
Hay una realidad: la corrupción sobrepasó al gobierno. Si el presidente, quien todo lo sabe - todo lo ve - todo lo juzga - todo lo controla, no se enteró de eso, es un redomado imbécil que no está apto para el cargo que ejerce. Sólo eso es causal de expulsión del cargo. Si el presidente lo sabía, eso lo hace cómplice y ladrón de siete suelas (por cierto, ya no tendrá cara ni argumentos para volver a llamar ladrón de siete suelas ni a Alan García ni a ningún otro presidente del mundo).
Por donde se le vea, tenemos un gobierno no apto para gobernar.
Y así, en medio de estas consideraciones, pasamos los venezolanos otras navidades. Navidades que se esfuman entre la miseria de los que roban y el padecimiento de los que han sido robados.
Diciembre, mas no Navidad
Etiquetas: Bancos, Crisis, Diciembre, Navidad, VenezuelaEscrito por Néstor a la/s 10:20 a. m.
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