Entre los recuerdos más bonitos que tengo de las navidades de mi infancia está el año en que me regalaron mi primera cámara fotográfica.
No recuerdo con precisión el año, pero supongo que sería 1978, a mis siete años de edad. Lo que sí recuerdo es que fue el primer año después de saber "la verdad" acerca del Niño Jesús. Verdad que me fue revelada en algún momento en el colegio... de esas cosas que supongo lo llevan a uno a la "realidad real", al aterrizaje forzoso con la vida.
Pero en ese momento, la revelación me hizo sentir más grande, como todo niño quiere a esa edad. Tanto así, que recuerdo el momento y el lugar en qué me compraron el regalo de ese año. Si mi memoria a largo plazo no falla (creo que ésto ya lo conté aquí en este blog... mi memoria a mediano plazo es la que no funciona tan bien), fue en el Centro Comercial Los Ruices. Mi mamá me mandó a quedarme afuera de la tienda de cámaras fotográficas mientras, supongo yo, ella compraba mi regalo.
Si fue en el año 1978, resulta que mi recuerdo está cumpliendo 30 años. Nada menos. Y mi cámara de ese entonces también.
Ese 24 de diciembre lo pasamos fuera de casa. Exactamente en La Trinidad, en la casa grande de una tía de la familia paterna (tía Alida, ¡bendición!). Allí llegaría el Niño Jesús, o su sustituto en la realidad real. En esa casa, dormimos los cuatro en una sola habitación: mamá, papá, hermana y yo. Por supuesto, como niño pequeño -el menor-, fui el primero en dormirme y el primero en despertar.
Cuando desperté quise abrir mi regalo. Quité el papel de regalo con mucho cuidado, tratando de no hacer ningún ruido y allí estaba ella:
Allí estaba, en su caja, difícil de abrir sin armar un escándalo que despertara hasta a Pelusa, la sempiterna perrita de la casa, la de los mordiscos y un mal humor a prueba de niños.
No recuerdo el momento en que la pude abrir y tenerla en mis manos, aunque sí recuerdo la desesperación y las ganas de abrir la caja sin poder hacerlo... espero que ninguno de mis colegas esté leyendo este último párrafo.
Lo cierto es que fue mi primera cámara de verdad. Las otras cámaras que tuve antes eran hechas para jugar, con mi hermana, las hacíamos de papel y simulábamos tomarnos fotos. Con esta cámara Kodak ya había llegado a las Grandes Ligas de la fotografía. O al menos esa fue la sensación en ese momento.
Todos estos recuerdos me atropellaron hace un par de días cuando estaba buscando algo entre mis cosas guardadas y me encontré la cámara. Casi intacta, al menos por fuera. Quién sabe si eso sirve todavía. Pero el flashback fue instantáneo.
Tanto así, que la tengo frente a mí en este momento, y para mí es más valiosa que cualquier cámara digital que pueda tener hoy en día. Claro, las cámaras digitales son parte de otra etapa de mi vida, y la primera que tuve también fue todo un éxito. Un éxito adulto, claro.
Ese es un bonito recuerdo para compartirlo, año tras año. Ojalá siempre haya quien se aguante tanto cuento repetido. Al menos el papel lo aguanta todo... y los blogs también!
¡FELIZ NAVIDAD!
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