Barack Obama representa no sólo un cambio en la política local de Estados Unidos. El simbolismo de su victoria va más allá: Obama representa la entrada de Estados Unidos en el siglo XXI -en lo que a política interna y relaciones internacionales se refiere- y representa esperanza de cambio en muchos lugares del planeta.
Esperanzas que, en algunos casos, lucen realmente desbordadas, pues Obama no es ningún Mesías y se encontrará con una realidad que va mucho más allá de sus discursos e intenciones. De hecho, la crisis árabe-israelí es la primera gran prueba de fuego internacional para el nuevo gobierno estadounidense, aliado tradicional de Israel en la región.
Sea como sea su gestión de aquí en adelante, nadie puede dudar que Obama simboliza el despertar de una energía de renovación y cambio en Estados Unidos y parte del mundo occidental.
Esperanzas que, en algunos casos, lucen realmente desbordadas, pues Obama no es ningún Mesías y se encontrará con una realidad que va mucho más allá de sus discursos e intenciones. De hecho, la crisis árabe-israelí es la primera gran prueba de fuego internacional para el nuevo gobierno estadounidense, aliado tradicional de Israel en la región.
Sea como sea su gestión de aquí en adelante, nadie puede dudar que Obama simboliza el despertar de una energía de renovación y cambio en Estados Unidos y parte del mundo occidental.
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