Como si fuesen pocas las calamidades de los venezolanos (inseguridad; escasez de energía eléctrica; escasez de agua; incendios forestales devastadores; desabastecimiento e inflación; entre muchas otras), al presidente Chávez se le ocurrió la idea de apagar el país por 3 días.
Tradicionalmente, en Venezuela son días laborables los lunes, martes y miércoles de la Semana Santa. Jueves y Viernes son parte de las vacaciones, tanto en el sector público como en el privado.
Este año cambiaron las cosas. El presidente ordenó decretar feriado lunes, martes y miércoles para "ahorrar electricidad". No para estimular la flojera, según sus propias palabras.
Una decisión que, por supuesto, no fue consultada con ningún sector productivo del país. Ni siquiera con trabajadores, mucho menos con empresarios o tan siquiera los supuestos colectivos organizados bajo el nombre de consejos comunales.
Por supuesto, una decisión como ésta tiene muchas aristas difíciles de limar: una cosa es decretar feriados y prácticamente ordenar que nadie trabaje, y otra cosa es darse cuenta a los dos días que hay sectores que deben trabajar (distribuidores de alimentos; bancos; centros comerciales; entre otros). Y que esos sectores que trabajan tienen que hacerlo a medias: los centros comerciales abren al mediodía... AL MEDIODÍA!!!!... y a media luz, porque algunos han sido multados o amenazados con el cierre si no cubren una cuota de electricidad impuesta.
¿Cómo podemos ser productivos si el discurso dominante que emana del poder estimula exactamente lo contrario? Y, además, encuentra eco entre sus fanatizados oyentes.
Este es parte del coctel discursivo:
- Desestimulo a la inversión privada, porque lo privado es sospechoso por naturaleza.
- Al ser sospechoso por naturaleza, debe ser vigilado, "prensado" y perseguido hasta encontrarle "la caída".
- El Estado, como inmensa madre sobreprotectora (ni siquiera como un padre, pues en Venezuela el arquetipo paterno es irresponsable, o al menos distante), expande su presencia y sus tentáculos para "abrazar" - arrasar, también quedaría bien- todo lo que se atraviese en su camino.
- El presidente Chávez, el mejor representante de esa presencia maternal, sobreprotectora y asfixiante, destruye todo lo que es NO-CHÁVEZ.
- Como es sobreprotector, prefiere que sus "hijos" no hagan nada a cambio de mantenerlos cerca. El Estado estimula las famosas "misiones" en las que se paga sin hacer mucho trabajo productivo, recorta el horario de trabajo en el sector público (a cuenta de racionamiento eléctrico) y da días feriados como si cualquier cosa.
- El Estado promueve el consumo "salvaje" al poner en circulación mucho dinero (lo que llaman Liquidez Monetaria). Al aumentar la demanda, la oferta tiene que aumentar también... lo que estimula la importación masiva de productos que han dejado de producirse aquí. Se da el fenómeno de que todo el mundo quiere ser "comerciante" o "vendedor", pero pocos producen.
- Al agotarse los recursos para financiar masivamente a medio país y para importar lo que consume todo el país, vienen los recortes y los llamados a disminuir el consumo salvaje que antes promovieron. Hoy, se sanciona el consumo de electricidad y se nos obliga a vivir en penumbra.
Así se apaga un país. O así se cocina, más bien. A fuego lento... como la rana del cuento.
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