Venezuela & Colombia

La vecindad geográfica, humana, económica y política de Venezuela y Colombia es uno de los valores más importantes cultivados por ambos Estados durante los últimos 100 años. Por supuesto, con altas y bajas. A veces más bajas que altas, pero siempre apuntando a la construcción de una convivencia productiva -en todos los sentidos- y pacífica.

No olvido que Colombia y Venezuela han tenido por muchos años una disputa de demarcación limítrofe respecto al Golfo de Venezuela. Esa ha sido históricamente la principal disputa entre ambos países. Sin embargo, podría decirse que a partir de 1995 -a raíz del ataque guerrillero al puesto fluvial venezolano de Cararabo, mejor conocido como la masacre de Cararabo-, la agenda política y diplomática ha incorporado a la guerrilla como parte de los asuntos a tratar.

La masacre de Cararabo (estado Apure), en febrero de 1995, ocurrió durante el segundo gobierno de Rafael Caldera. En Colombia gobernaba para entonces Ernesto Samper. Recuerdo perfectamente que a raíz del ataque se habló desde Colombia de la posibilidad de instaurar la llamada "persecución en caliente", o lo que es lo mismo, permitir al ejército colombiano traspasar nuestra frontera siempre y cuando se persiguiera a guerrilleros.

La propuesta fue firmemente rechazada por el gobierno venezolano. Gracias a Dios ocurrió de esa manera. A pesar de la tragedia ocurrida en Cararabo y del dolor de los venezolanos, se mantuvo con firmeza la tesis de que la soberanía territorial venezolana corresponde inequívocamente a los venezolanos. Lo cual, por supuesto, traía como consecuencia un refuerzo de las políticas de desarrollo y custodia de la frontera. Era la única forma de que la guerrilla no incursionara en nuestro territorio.

Pero por las circunstancias que sea, eso no ocurrió de la manera esperada. Impedimos la persecución en caliente, pero pocos años después el nuevo gobierno venezolano se declaraba "neutral" ante el conflicto colombiano, lo que abrió la puerta a todo el despelote binacional que se vive hoy.

Obviamente, la declaración de "neutralidad" era una disposición táctica diplomática (por no decir hipócrita). Con el transcurso de la década perdida de Venezuela (1999 - 2009) quedó claro a los ojos del mundo el amplio apoyo político, diplomático, comunicacional, estratégico y territorial que el gobierno venezolano ofrecía a las FARC y al ELN.

En una habilidosa jugada política del gobierno colombiano, Chávez fue comisionado para negociar ante las FARC para apurar la liberación de los rehenes (especialmente Ingrid Betancourt, emblema para ese momento). Chávez no pudo aguantarse y traspasó los límites impuestos por el gobierno colombiano para las negociaciones, lo cual fue la excusa perfecta para sacarlo del camino y ponerlo en evidencia.

A partir de allí, llovieron los insultos, los triunfos del ejército frente a la guerrilla, las amenazas de ataques con aviones Sukhoi, los tratos cada vez más cercanos con las FARC, las amenazas de cierre de fronteras, de corte del comercio binacional y de ruptura de relaciones. Los embajadores vivieron con las maletas hechas pues cada cadena y cada ¡Aló Presidente! podría traer consigo un boleto para Caracas o para Bogotá.

Hoy, la situación no puede ser más dramática para Venezuela: con pérdidas multimillonarias por el virtual cierre del comercio binacional (que entre otras cosas trajo la grosera y espantosa corrupción de PDVAL en la importación de alimentos); con el aparato productivo nacional prácticamente desmantelado; con problemas eléctricos no solventados; con disminución grave de los ingresos por concepto de la renta petrolera; con la evidencia y la denuncia puesta sobre la mesa de la protección del Estado venezolano a los grupos terroristas colombianos; el gobierno venezolano se dispone a negociar un espacio de apertura con el nuevo gobierno colombiano.

Una taima, pues. Un "cuarto intermedio", como dicen en algunos países de la región.

Descubierta y evidenciada la relación gobierno venezolano - guerrilla; con Chávez denunciado ante la Corte Penal Internacional; lo que queda es decir: "oye vale, no es para tanto chico... cuándo he dicho yo que apoyo a la guerrilla??... nada de eso, más bien les pido que suelten a los secuestrados... que se dejen de eso de una vez chico".

Queda abrir espacios para el comercio binacional, tomar un segundo aire en plena campaña electoral, desmantelar por la nochecita y sacar por la puerta trasera los campamentos de las FARC y prometer callarse la boca al menos un añito. Eso sí, dejando colgados de la brocha a los narcoguerrilleros, con el costo político y militar que eso implique.

Llegó la hora de la verdad para la relación binacional. Y Venezuela nunca ha estado en tanta desventaja como ahora.

Como bien dice un famoso hashtag en Twitter: #grasiaChiabeTqm

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