Libertad para los presos políticos

Aunque el gobierno lo niegue mil veces, es claro que en Venezuela existen personas en prisión por razones de índole política. Lo que es igual a que hay presos por pensar diferente y por enfrentarse al gobierno nacional.

No hay manera de argumentar que si son delincuentes comúnes, que si son políticos presos. Esa es la muletilla que usan todos los gobiernos que han recurrido a esta práctica represiva. No hay manera de creerle a Cilia Flores, al ministro El Aissami o a Chávez cuando tratan peyorativamente a quienes están presos o han huído del país víctimas de la persecución.

Por eso, hay que celebrar que algunos estudiantes (entre ellos Julio César Rivas) y otros ciudadanos, detenidos por ejercer el derecho a la protesta hayan sido liberados... aún con la etiqueta de libertad condicional. Hay que celebrar que 11 empleados de la Alcaldía Metropolitana, detenidos por marchar al Tribunal Supremo de Justicia, estén en este momento en la calle, con sus familias, dispuestos a retomar sus vidas y sus luchas.



Sin embargo no somos ingenuos. Estos caramelitos ácidos del gobierno son parte de una estrategia que tiene como finalidad suavizar la pestilente imagen del gobierno venezolano en el exterior, especialmente en Brasil, país que está definiendo la entrada de Venezuela al MERCOSUR y cuyo presidente Lula nos está visitando.

Pero hay más. Brasil, el gigante mimado de la América del Sur, el del presidente izquierdista soft, también ha perdido parte de esa buena imagen que ha tenido su diplomacia internacional por el bizarro caso de Honduras. Allí, Brasil tiene alojado como "huesped" al ex presidente Zelaya, una posición terriblemente incómoda que ha entorpecido las salidas políticas a la crisis.

Y escarbamos más aún: estamos en campaña electoral. Chávez sabe que ha perdido sostenidamente apoyo en la población. Sabe también que los problemas más graves e incendiarios del país no tienen solución inmediata: energía eléctrica, falta de agua e inseguridad. Sabe que sólo puede recurrir a: tirar dinero a la calle; dar un pasito pa´trás en algunas cosas (como esta de liberar algunos pocos presos y bajar la presión de la opinión) e intoxicar de nuevo al país con temas banales.

Por lo pronto, celebremos con los 11 liberados. La libertad, como lo han vivido en carne propia estas personas, no tiene precio. Y si no luchamos para preservarla, nadie lo hará por nosotros.

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