Banalidades

La banalidad grosera que exhibe el presidente de Venezuela no es casual. Tiene una doble explicación: la política y la psiquiátrica.


La explicación política: la banalidad farandulera de Chávez es una forma de desviar la atención del país hacia temas menos importantes pero profundamente irritantes.

Es fácil, para que nadie hable de la crisis del agua, hablo del baño de tres minutos (sin quedar "jediondo"). Para no hablar de la crisis económica, hay que hablar de Sean Penn y su película o de Oliver Stone. Para no hablar de la pérdida de libertades o de la inseguridad, es mejor poner a hablar al país del dúo que quiere hacer Chávez con Residente Calle 13.

La explicación psiquiátrica es fácil también: alguien con una profunda vanidad (vanidad banal en realidad), con un sentido desbordado de su propia magnificencia, necesita dejarse ver y hacer ver que está de tú a tú con quien tenga algo de prensa.

Eso no sólo le ha pasado a Chávez. Muchos dictadores o presidentes vanidosos han pecado por lo mismo.

En nuestro caso, los rumores constantes sobre Ruddy Rodríguez, pasando por Viviana Gibelli; Naomí Campbell; Courtney Love... los devaneos extraños con Sean Penn; Michael Moore; Benicio Del Toro; Danny Glover... por no hablar de los locales como los "pasados por agua" Simón Pestana y Fernando Carrillo... los coqueteos deportivos con Sammy Sosa; Magglio Ordóñez; Maradona entre otras perlas, no son más que la confirmación de la vanidad engordada del presidente que necesita rodearse de estrellas para que veamos con quién se codea.

Tanta banalidad se ha convertido en una política de Estado, con todas las consecuencias que eso puede tener. El ego deforme del presidente es quien dicta las pautas y por eso en cualquier momento nos "sorprende" declarando en medio de un acto serio que él va a cantar con no se quién o que va a filmar una película.

Tanta cámara y tanto micrófono junto por tantos años han creado un monstruo que se alimenta de su propia imagen en el espejo.

Así estamos.

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