"Diosdado Cabello... estoy esperando..."

Con esas palabras casi bíblicas, el presidente Chávez puso contra la espada y la pared a Diosdado Cabello, quien es el responsable de sancionar -y cerrar- a Globovisión.

"... Este es un tema de salud pública y tenemos que actuar... Me importa un comino lo que diga el mundo. Diosdado Cabello, estoy esperando. Porque uno nombra funcionarios y entonces parece que algunos los amenazan, el enemigo juega duro por todos lados, con amenazas de chantaje, y en algunos casos uno no entiende por qué.

... Cumplan con su deber que para eso están allí y si no, renuncien y que alguien con coraje asuma"
¿Recogerá el guante el señor Cabello? La trampa está tendida. A Cabello le queda poco tiempo antes que pase a ser un "contrarrevolucionario burgués".

Una de las cosas más preocupantes y repugnantes de lo dicho por Chávez, es el tufo moralista que impregna a sus palabras: resulta que hay una buena parte de la población que está "enferma"; que este tema de los medios de comunicación es de salud pública, y que él -faltaba más- está preocupado por la salud de los venezolanos.

Por supuesto, él y sus seguidores no están envenenados, enfermos. Son los demás. Y peor aún, Chávez y los chavistas tiene el remedio contra ese mal. Eso los hace creerse que tienen una peligrosa "superioridad moral" que les da autoridad para actuar.

Si yo estoy enfermo -disociado, dicen los chavistas como un insulto- y usted está saludable -lúcido, con sus 5 sentidos-, eso me coloca en posición desventajosa ante usted y los demás. Y si usted es de pocos escrúpulos o más bien "vivaracho", pensará en aplicar algún remedio que mantenga la desventaja mía. ¿O no?

Sin dudas, ese lenguaje es más que disolvente. Es el preámbulo para que algunos iluminados quieran hacer una "limpieza" de la parte enferma de la sociedad, una extirpación de lo que no sirve.

Eso es, nada menos, el preámbulo de una guerra civil.

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